miércoles, 27 de diciembre de 2017

MIEDO AL CAMBIO



   Nuestra sociedad valora lo estático, que “no produce desorden”, antes de romper esquemas y arriesgarse a que la vida sea diferente. Esta visión hace que muchas veces suframos, porque lo que una vez fue valido o positivo quizás ahora no lo es, y si seguimos creyendo o siguiendo a pies juntillas esos conceptos y creencias no revisados ni flexibles, y aplicándolos a nuestras vidas pensando que es lo que nos beneficia, solo puede crecer el malestar y nuestra perplejidad al ver que algo está fallando y no saber que es.

    Quien cambia es “inestable”, inmaduro, que todavía no ha crecido, que no sabe lo que quiere, que está disperso… porque el ideal de vida, para la sociedad, es un mundo quieto, es decir:

Vivir en la misma casa.
Recorrer la misma ruta diaria.
Hacer lo mismo en el tiempo de ocio.
Permanecer en el mismo colegio.
Durar en el mismo trabajo (aunque ganes poco y no te sientas valorado).
Amarrarse al mismo barrio, ciudad y/o País.
Todos considerados sinónimos de estabilidad.

LA ZONA DE CONFORT:

     Es el conjunto de creencias y acciones a las que estamos acostumbrados, y que nos resultan cómodas.

    Aquello que está dentro de nuestra zona de confort lo podemos hacer muchas veces sin mayor problema y no nos produce una reacción emocional especial; en cambio, lo que está fuera de nuestra zona de confort nos incomoda, nos produce un cierto rechazo, nos provoca ansiedad o nerviosismo.

    Esto tiene un sentido evolutivo muy claro: no hacer cosas que nos son extrañas, para las cuales no nos consideramos totalmente capacitados, y que posiblemente nos van a poner en peligro. Si no nos ponemos en peligro estaremos seguros, así que cuando permanecemos dentro de la Zona nos da una sensación reconfortante de seguridad. La desventaja es que si permanecemos dentro de la zona mucho tiempo, estaremos estancados, no progresaremos.

    “Yo soy así y así he sido siempre”, “es muy difícil cambiar”. Son comentarios que escuchamos con mucha frecuencia, con los que en realidad simplemente tratamos de apaciguar nuestro malestar interior actual y con los que JUSTIFICAMOS el no dar un paso adelante en nuestras vidas, cuando incluso intuimos que ese movimiento podría mejorarlas notablemente.

     Aunque decimos y nos decimos estas frases, si analizas tu forma de actuar en estos momentos y la comparas con la de hace 10 o 20 años, seguramente notarás la diferencia en muchos aspectos.

    Comprobarás como no siempre fuiste como ahora eres y que el cambio, la mayor parte de las veces, no es tan difícil ni tan traumático como tememos.
 
    Salir de la Zona de Confort es una actividad muy importante para CRECER COMO PERSONAS. Mientras que la mayoría de la gente se estanca, porque no les gusta cambiar sus rutinas, aquellos que de verdad persiguen sus sueños y están dispuestos a conseguirlo, saben que para lograrlo tienen que:

Romper con sus hábitos.
Enfrentarse a sus temores.
Hacer cosas que jamás pensaron que se atreverían a hacer.


El cambio nos da miedo, porque:

    No sabemos cómo manejar situaciones nuevas o diferentes.

    Puede provocar algún tipo de pérdida, ya sea física, moral, emocional, entre otros. Podemos equivocarnos y ser criticados por los DEMÁS y/o por NOSOTROS MISMOS. La falta de control que sentimos nos angustia. Nos solemos relacionar muy mal con lo que no nos es familiar.

    ¿Qué escoger? Arriesgarse o permanecer, he allí las alternativas. Entendiendo que en más de una situación el cambio exterior no produce los resultados que anhelamos porque los problemas no son tan sólo geográficos, o de ambiente, o de la persona que nos acompaña, o de la ciudad o del país en el que habitamos. He de cambiar y arriesgarme, pero también debo manejar internamente la flexibilidad para no apegarme, para fluir, para atreverme.

    Ningún cambio duradero es rápido o instantáneo. Los cambios necesitan cocción. Se trata de cambiar, no de desbordarse o precipitarse a lo loco. En el cambio no se usa el ultra rápido horno microondas sino fogón de leña.

ESTANCARSE = MUERTE EN VIDA:

Aunque nos impacte esta afirmación, lo que permanece quieto en la vida es porque está muerto. Lo único que no acepta cambio es la muerte. Sorprende cómo los seres humanos dicen tanto de su personalidad a través de su necesidad o resistencia a los cambios. Hay personas “MUERTAS” EN VIDA que no se atreven a cambiar, y para los que implica un riesgo incluso cambiar:

La ruta hacia el trabajo.
Lo que comen.
La manera en la que se visten.
La posición de los muebles por casa.
Hacer algo distinto en el fin de semana.

     Cuando no se acepta, la resistencia al cambio se convierte en enfermedad. A las buenas o a las malas, el mundo se mueve y el cambio no consulta. ¡Simplemente se da! O me subo al carrito del cambio o el cambio me atropella. La manera de enfrentar el cambio, depende, en gran parte de nuestra autoestima: Cuando nos sentimos seguros y capaces, vemos el cambio como un reto o una motivación positiva.

    Cuando nos sentimos incapaces o poco valiosos, el cambio nos disgusta e incluso nos asusta, nos horripila. Nuestra manera de enfrentar el cambio depende de lo que aprendimos durante la infancia o ante ciertas situaciones dolorosas. Pero siempre podemos aprender a enfrentarlo de manera positiva, aprendiendo de él y mejorando nuestra vida. Lo importante es NO tenerle miedo y MODIFICAR las ideas y creencias falsas y nuestra forma de pensar equivocada, que han mantenido ese miedo.

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