miércoles, 20 de febrero de 2019

ESQUEMASMENTALES

Un esquema mental....

 es un patrón organizado de pensamiento e ideas preconcebidas, es nuestra forma particular de pensar y de ver el mundo que guía nuestras emociones y condiciona nuestra conducta de manera inconsciente. Durante nuestros primeros años de vida comenzamos a formarnos ideas sobre nosotros mismos y el mundo mediante nuestro aprendizaje por observación y experimentación, y durante nuestras vivencias vamos construyendo de forma inconsciente nuestras creencias nucleares sobre la vida, las cuales están insertadas en estructuras mentales más o menos estables, los denominados esquemas

La manera de evaluar una situación depende del esquema de cada persona, que selecciona de forma automática los datos que penetran en su conciencia, los que mejor encajen con sus expectativas e ideas aprendidas; sin embargo los datos que no se ajustan a sus estereotipos los considera sospechosos, y tiende a rechazarlos o a modificarlos para que sean coherentes con sus prejuicios. Los esquemas son estructuras dinámicas que codifican lo que percibimos del entorno, instrumentos que asimilan y transforman de forma individualizada nuestra experiencia social.

Los esquemas están formados por conceptos (palabras como ‘política’, ‘educación’ o ‘vergüenza’) que son ideas o símbolos que representan un conjunto de ideas relacionadas en nuestro sistema de procesamiento mental de la información. A través de nuestro aprendizaje vamos formando los diferentes conceptos, agrupando los objetos que comparten similares características. Y poco a poco vamos organizando e integrando conceptos de una palabra en conceptos de varias palabras que forman frases, y después en conceptos cada vez más más amplios que forman párrafos, argumentos, planteamientos… Diferentes planteamientos se integran en modelos mentales que van conformando nuestros esquemas, las unidades básicas para entender e interpretar el mundo en nuestro lenguaje mental.

  El esquema es la representación organizada de nuestra experiencia basada en la repetición de acontecimientos similares, que finalmente establece los patrones que organizan la personalidad humana. Los esquemas son las unidades fundamentales de la personalidad; la forma en que afrontamos las diferentes situaciones vitales basadas en nuestros esquemas mentales determina en gran medida nuestra personalidad.

Cómo se crean los esquemas mentales

El concepto de esquema fue desarrollado por el psicólogo y biólogo suizo Jean Piaget (1896-1980), cuya teoría sobre el desarrollo cognitivo en la infancia del ser humano lo fundamenta en dos procesos innatos básicos: la asimilación y la acomodación. Según Piaget los seres humanos nacemos con un repertorio de conductas reflejas, heredadas, que tras ejercitarlas se van convirtiendo en esquemas mentales que sirven de base para elaborar las posteriores conductas, y después se van modificando de forma continua según las experiencias vividas.

 Mediante ciertas acciones efectuadas por el infante que le son productivas, se van desarrollando sus esquemas, va asimilando o interiorizando cómo comportarse ante un acontecimiento o un objeto particular. Poco a poco, a través de la experiencia, el niño irá de un esquema a otro, modificándolos para poder incorporar nuevos objetos y habilidades, acomodando esos nuevos esquemas o estructuras cognitivas a nuevas situaciones


 La acomodación consiste en la transformación del esquema cognitivo y comportamental del aprendiz para incluir nuevos elementos y experiencias que le eran desconocidas hasta ese momento. A partir de estos procedimientos responsables del desarrollo de la conducta, la asimilación y la acomodación, se establece el proceso adaptativo entre el esquema del niño y el medio en que vive para intentar controlar su entorno, con el objetivo de sobrevivir.
 
El filósofo y psicólogo Juan Delval, en su libro “El desarrollo humano”, describe cómo evoluciona un bebé con reflejos innatos y conductas rígidas y mínimamente diversas, hacia la persona adulta que conseguirá ser, después de ensayar multitud de actividades nuevas y aprender conductas más complejas y flexibles que poco a poco va adaptando a sus diferentes situaciones vitales.

 Los reflejos heredados genéticamente son difíciles de cambiar, y cuando empiezan a modificarse mediante la experiencia entonces se habla de esquemas, que son más flexibles y complejos. Esa sucesión de formas de actuar parcialmente automatizadas va conformando el esquema mental del individuo, que tiende a repetir las mismas acciones en situaciones similares. Los esquemas mentales tienen un elemento aperturista (un factor del entorno elige un esquema) y un elemento efector (que lo ejecuta). Son esquemas de acción que se automatizan por la repetición.

Delval pone varios ejemplos de cómo se crean y transforman los esquemas. Un niño de tres años trata de abrir una puerta moviendo el picaporte y empujándola. Si se abre sabrá que ese esquema que ha puesto en marcha es el más adecuado. Pero cuando el niño se topa con una nueva puerta que se abre hacia él, tendrá que tantear hacia dónde dirige su fuerza y después desplazarse hacia un lado para no entorpecer la apertura de la puerta. En ese momento habrá adquirido un nuevo esquema mental que le permite resolver un nuevo problema. Si un tiempo después se halla ante una puerta corredera, no podrá emplear el mismo esquema de acción que utilizaba con las puertas con bisagras, aunque al principio lo intente sin éxito. 

Entonces pondrá en marcha nuevas estrategias, o repasará en su memoria cómo otra persona abría una puerta corredera e intentará reproducirlo basándose en esquemas anteriores. Si acaba consiguiendo abrir esa puerta habrá desarrollado un nuevo esquema para abrir puertas en general, sin necesidad de volver a emprender diferentes ensayos. Pero si no logra abrir esa puerta corredera, si no encuentra en su repertorio cognitivo ningún esquema adecuado, no será capaz de solucionar esa situación. En ese caso no se habrá establecido un esquema nuevo, el niño no ha podido asimilar, ni después acomodar, la nueva realidad o situación, y por tanto no habrá promovido ningún progreso en su desarrollo.

Para Juan Delval lo importante de observar el desarrollo del bebé y su infancia es que nos enseña cómo se produce el progreso psíquico del niño, que va asimilando su entorno al tiempo que actúa sobre él, acomodándose, ya sea creando nuevos esquemas o combinando los existentes. Mediante la acción basada en la inquietud del niño por aprehender el mundo (atraparlo y comprenderlo), los esquemas del infante se reproducen y diversifican continuamente mientras experimenta y asimila la vida. 

 También ocurre que cuando un niño está en una situación que ya ha vivido, simplemente aplica los esquemas de que dispone, y cuando los emplea repetidamente llega a automatizarse ese proceso, formándose el conocido hábito. Cuando se automatiza un esquema es difícil olvidarlo, como difícil es que nos olvidemos de montar en bicicleta, escribir o cepillarnos los dientes después de haber aprendido a hacerlo con soltura. Si estamos dispuestos a aprender conocimientos nuevos y vivir experiencias desconocidas, la cantidad de nuestros esquemas aumentará a lo largo de nuestra vida, facilitando el proceso de expandir y flexibilizar nuestra tendencia a crear hábitos rígidos.

Los esquemas mentales se van modificando según nuestra experiencia

Para interactuar con nuestro entorno necesitamos elaborar patrones o ideas de él. Esas representaciones de nuestra realidad pueden aludir tanto a grandes temas, como el mundo físico, biológico o social, como a cuestiones más banales como el funcionamiento de una puerta, la organización de un evento deportivo o la conducta más apropiada para los diferentes contextos sociales. 

Estas representaciones o modelos particulares del mundo albergan tanto las dependencias que tenemos con el ambiente, como también los impedimentos que la realidad nos pone para utilizar nuestros esquemas, nuestras habilidades sociales; todo nuestro saber y experiencia está instalado y dispuesto en estos esquemas mentales, que nos permiten comprender la realidad e intervenir sobre ella. 

Pero los diferentes esquemas o modelos mentales no cubren uniformemente la realidad, de hecho pueden ser parcialmente contradictorios entre sí, y se van modificando conforme ampliamos nuestra experiencia, sustituyendo unos esquemas por otros con mejor poder explicativo. A menudo las personas interpretamos un mismo hecho de forma contradictoria dependiendo de nuestra edad, religión, sexo o nacionalidad, sin llegar a activar un esquema racional que facilite una explicación lógica entre el hecho y su contexto. Esquemas diferentes provocan que los lectores de un mismo libro lo entiendan de manera diferente.
La psicología cognitiva trabaja esencialmente con los pensamientos y esquemas mentales del individuo que originan y dirigen su conducta. Confiamos excesivamente en nuestras creencias arraigadas porque nos resulta molesto cuestionarnos a nosotros mismos, es menor el esfuerzo mental de mantener nuestros esquemas almacenados que el trabajoso proceso de cambiarlos. Prestamos atención hacia aquellas partes de la realidad que coinciden con nuestras motivaciones básicas; es decir, nuestros esquemas nos ordenan percibir lo que nos conviene. También recordamos más fácilmente todo lo que se acomoda a nuestras creencias almacenadas, a nuestros esquemas actuales. Por ejemplo, si yo me considero incompetente, recordaré mejor las situaciones en las que me sentí inútil que en las que fui competente o habilidoso. 

Pero tenemos el poder de cambiar nuestra forma de pensar y de crear esquemas más beneficiosos, que nos permitan evolucionar hacia una realidad más satisfactoria y adaptada a nuestro proyecto de vida. Para ello debemos desear cambiar nuestra forma de pensar sobre ciertos aspectos que nos perturban, con voluntad, pero también siendo conscientes de que el cambio provocará ansiedad porque sacudirá nuestra identidad. Debemos estar dispuestos a renunciar a la definición que hemos construido de nosotros mismos durante años en determinados contextos, y mentalizarnos de que la ansiedad e incomodidad del principio son necesarias para remover nuestros esquemas y lograr cambiar los pensamientos negativos, responsables de las emociones destructivas, por otros esquemas resistentes a las enfermedades psicológicas.

miércoles, 13 de febrero de 2019

LA DEPRESION



¿Qué es la depresión?

La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que la depresión es la cuarta enfermedad que más incapacidad provoca en el mundo.

Asimismo, la OMS considera que su frecuencia aumentará en los próximos años y que pasará del cuarto puesto al segundo en esta lista de enfermedades que generan más incapacidad.

La depresión es la enfermedad psiquiátrica más frecuente. Cerca del 20% de las personas padecen a lo largo de su vida una depresión. El 70% de los pacientes con depresión son mujeres. Puede sufrirse una depresión a cualquier edad.


Subtipos de depresión

Clasificamos la depresión en cuatro subtipos: Depresión mayor, distimia, trastorno adaptativo, otros trastornos depresivos.
  • Depresión mayor. Los síntomas depresivos son intensos y aparecen en forma de episodios (semanas o meses).
  • Distimia (o trastorno distímico). Los síntomas depresivos son menos intensos, pero son muy incapacitantes por ser crónicos (duran como mínimo dos años).
  • Trastorno adaptativo. Los síntomas depresivos son leves, están presentes durante un período breve de tiempo y se deben a algún problema (factor estresante agudo) que ha sufrido el paciente.
  • Otros trastornos depresivos. En este apartado hay que incluir los síndromes depresivos que pueden formar parte del conjunto de síntomas de otras enfermedades psiquiátricas (por ejemplo, el trastorno bipolar) y no psiquiátricas (por ejemplo, anemias, esclerosis múltiple, hipotiroidismo).

Diagnóstico

Ningún síntoma garantiza el diagnóstico por sí solo. Algunas personas depresivas experimentan muy pocos síntomas, otras en cambio presentan un amplio número de síntomas. La gravedad de los síntomas también varía mucho de unos pacientes a otros. Además en la actualidad no existe ninguna técnica diagnóstica útil para realizar este diagnóstico. Ni las técnicas de neuroimagen (escáner, resonancia, radiografía), ni el electroencefalograma, ni los análisis de sangre, permiten detectar ninguna anomalía característica de los trastornos depresivos.

Síntomas
  • El síntoma más característico de las depresiones es la tristeza. La tristeza en el paciente depresivo presenta unas características específicas que la diferencia del sentimiento de tristeza no patológico: 
    • Intensidad superior a la esperable para la situación ambiental en la que se encuentra el sujeto.
    • El paciente la describe como diferente a otras experiencias tristes que hubiera podido sufrir previamente, y existe mayor sensación de pérdida de control y gran dificultad o incluso imposibilidad para motivarse por otras cuestiones que no sean el foco de su tristeza."
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  • Lentitud de movimientos, gesticulación facial y corporal escasas, sensación de fatiga, irritabilidad, llanto fácil, temor a la toma de decisiones, pérdida de apetito.
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  • Insomnio: muy característico de las formas más graves, es lo que llamamos “despertar precoz” (se duerme bien las primeras horas de la noche y después, ya de madrugada, el paciente se despierta y ya no puede volver a conciliar el sueño).
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  • Gran dificultad para pensar, bradipsiquia. No es exclusivo de las depresiones, sino que también puede observarse en otras enfermedades. En personas de edad avanzada, esta dificultad para pensar propia de las depresiones puede llevar a diagnósticos erróneos de demencia.
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  • Un síntoma particularmente grave es la anhedonía, que consiste en una dificultad enorme para disfrutar de las situaciones y condiciones de la vida que antes de enfermar producían placer en la persona. No sólo hay falta de motivación, sino que el paciente, incluso teniendo delante algo agradable, no puede disfrutar con ello.
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  • Síntomas físicos, como dolor de cabeza, molestias digestivas, dolor generalizado, etc.
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  • Pensamientos pesimistas, con aumento de sentimientos de culpa por cosas hechas en el pasado. En casos graves las ideas pesimistas pueden llegar a ser delirantes (es decir, sin ninguna lógica); por ejemplo, asegurar que se va a arruinar (cuando su situación económica es holgada) o asegurar que en breve padecerá una enfermedad grave (sin tener ningún síntoma que lo haga pensar).
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  • Pensamientos relacionados con la muerte, bien en forma de “sería mejor estar muerto”, o bien, y entonces aumenta mucho el riesgo de suicidio, planificando el método de cómo quitarse la vida.

Criterios diagnósticos

La ausencia de técnicas diagnósticas objetivas hace que el diagnóstico de depresión se realice teniendo en cuenta, exclusivamente, la información que el médico obtiene durante la entrevista con el paciente (y con familiares o personas allegadas).
La comunidad médica internacional ha consensuado unos criterios clínicos para establecer el diagnóstico de depresión. Estos criterios diagnósticos están recogidos en un manual denominado DSM-IV.

Criterios diagnósticos de depresión mayor:
Presencia de cinco (o más) de los siguientes síntomas durante un período de dos semanas, que representan un cambio respecto a la actividad previa; uno de los síntomas debe ser el síntoma 1 o el síntoma 2.
  1. Estado de ánimo depresivo la mayor parte del día, casi cada día según lo indica el propio sujeto (por ejemplo, se siente triste o vacío) o la observación realizada por otros (por ejemplo, llanto).
  2. Disminución acusada del interés o de la capacidad para el placer en todas o casi todas las actividades, la mayor parte del día, casi cada día.
  3. Pérdida importante de peso sin hacer régimen o aumento de peso (por ejemplo, un cambio de más del 5 % del peso corporal en un mes) o pérdida o aumento del apetito casi cada día.
  4. Insomnio o sueño excesivo casi cada día.
  5. Inquietud o lentitud casi cada día.
  6. Fatiga o pérdida de energía casi cada día.
  7. Sentimientos de inutilidad o de culpa excesivos o incoherentes casi cada día.
  8. Disminución de la capacidad para pensar o concentrarse, o indecisión, casi cada día.
  9. Pensamientos recurrentes de muerte (no sólo temor a la muerte), ideación suicida recurrente sin un plan específico o una tentativa de suicidio o un plan específico para suicidarse.

Criterios diagnósticos de trastorno distímico:
A. Estado de ánimo crónicamente depresivo la mayor parte del día de la mayoría de los días, manifestado por el sujeto u observado por los demás, durante al menos dos años.
B. Presencia, mientras está deprimido, de dos (o más) de los siguientes síntomas:
  1. Pérdida o aumento de apetito.
  2. Insomnio o sueño excesivo.
  3. Falta de energía o fatiga.
  4. Autoestima baja.
  5. Dificultad para concentrarse o para tomar decisiones.
  6. Sentimiento de desesperanza
C. Durante un período de dos años, el sujeto no ha estado sin síntomas de los criterios A y B durante más de dos meses seguidos.
D. Los síntomas causan un malestar clínicamente significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de la actividad del individuo.

Criterios diagnósticos de trastorno adaptativo:
A. La aparición de síntomas emocionales (por ejemplo, se siente triste o vacío) o conductuales en respuesta a un factor estresante identificable tiene lugar dentro de los tres meses siguientes a la presencia del factor estresante.
B. Estos síntomas o comportamientos se expresan, clínicamente, del siguiente modo:
  1. Malestar mayor de lo esperable en respuesta al factor estresante.
  2. 2.Deterioro significativo de la actividad social, laboral o académica.
C. Una vez ha cesado el factor estresante (o sus consecuencias), los síntomas no persisten más de seis meses.


Causas de la depresión
A pesar del enorme interés que se ha dedicado al conocimiento de las causas de las depresiones, todavía no conocemos con exactitud los mecanismos causantes de las mismas. Se considera que hay diversos factores implicados.
  1. Factores relacionados con la personalidad del paciente. Presentar un carácter con alguna cualidad extrema (inseguridad, dependencia, hipocondría, perfeccionismo, autoexigencia) predispone a padecer depresiones.
  2. Factores ambientales. Sufrir algún problema (económico, familiar, de salud) predispone a padecer un trastorno depresivo.<
  3. Factores biológicos: sobre este punto, se deben destacar diversos aspectos:
    • Alteraciones cerebrales. Una alteración en el funcionamiento de dos áreas del cerebro (área frontal y área límbica) motivan la aparición de un trastorno depresivo. No existe una lesión anatómica visible.
    • Alteraciones en neurotransmisores. Para que el cerebro funcione correctamente debe existir una comunicación correcta entre las diversas neuronas del cerebro. Las neuronas se comunican a través de unas moléculas denominadas neurotransmisores como la serotonina, la noradrenalina y la dopamina. En la depresión la conexión neuronal mediante neurotransmisores no funciona bien. Los antidepresivos ayudan a normalizar este problema.
    • Alteraciones genéticas. Dado que es más fácil que una persona padezca una depresión si tiene algún familiar que haya presentado alguna depresión, se cree que tener según qué genes predispone a padecer una depresión. No obstante, por el momento no se conoce qué genes provocan la aparición de esta enfermedad.

Por tanto, es muy importante destacar que aunque es más fácil padecer una depresión si se ha tenido algún problema recientemente o si algo de nuestro carácter dificulta el hecho de enfrentarnos al día a día, también es posible padecer una depresión de forma espontánea (de la misma manera que podemos padecer una apendicitis o una diabetes).

La depresión


Evolución de la depresión

¿Se curan completamente las depresiones?
Se deben considerar dos aspectos:
  • Las depresiones tienen tendencia a ser recurrentes (es decir, se suele producir más de un episodio). Por el momento no disponemos de ningún tratamiento que evite al 100% las recaídas. En consecuencia podríamos decir que no sabemos curar las depresiones.
  • Aproximadamente el 80-85% de los episodios depresivos remiten con el tratamiento apropiado, o lo que es lo mismo, entre el 15-20% de los pacientes con depresión no se curan completamente de su episodio depresivo.

Tratamiento
Hay diversos tipos de depresión, el tratamiento variará de un paciente a otro. Aunque existe un razonable consenso en el tratamiento primordial de los trastornos depresivos, cada paciente requiere un abordaje específico.
Hay dos tipos de tratamientos relevantes en el abordaje terapéutico de los trastornos depresivos: el tratamiento psicológico y el tratamiento biológico.
El peso que en cada paciente tendrá uno u otro tipo de tratamiento dependerá esencialmente del tipo de trastorno depresivo:
  • La depresión mayor parece ser una enfermedad con un componente biológico muy importante. Esto permite justificar que el tratamiento farmacológico sea más importante que el psicológico.
  • En el trastorno adaptativo, en el que existe una dificultad para afrontar una situación estresante real, el tratamiento psicológico es especialmente relevante.
  • Por lo que respecta a la distimia, existiría una causa biológica, junto a aspectos de carácter que limitan la capacidad del paciente para afrontar los diversos conflictos del día a día. Por este motivo, el tratamiento combinado farmacológico y psicológico suele ser el indicado.

Tratamiento psicológico
La terapia psicológica cognitivo-conductual y, en menor medida, la terapia psicológica interpersonal, han demostrado su eficacia como técnicas terapéuticas en el tratamiento de los diversos trastornos depresivos.
El tratamiento psicológico tiene tres objetivos principales:
  • El tratamiento de los síntomas depresivos propiamente dichos.
  • Si existen rasgos de personalidad que han predispuesto a la aparición del episodio depresivo, la modificación de dichos rasgos de personalidad.
  • El aprendizaje de estrategias de identificación precoz de los síntomas y de prevención de recaídas.

Tratamientos biológicos
En lo referente a las terapias llamadas biológicas, se deben destacar los dos tratamientos siguientes: farmacológico y electroconvulsivo.

Tratamiento farmacológico
Los antidepresivos actúan normalizando el funcionamiento de los neurotransmisores. Se agrupan en diferentes subtipos en función de sobre qué neurotransmisor ejercen su acción.
Los primeros antidepresivos (década de los 60), si bien eran muy eficaces, presentaban muchos y desagradables efectos secundarios. La continua investigación ha permitido que en el curso de los últimos años se haya descubierto un amplio número de nuevos fármacos antidepresivos de uso fácil, de eficacia elevada y con efectos secundarios muy escasos. De la gran variedad de antidepresivos existentes en el momento actual no es posible afirmar qué antidepresivo es el mejor.

Los antidepresivos más usados en la actualidad tienen las siguientes características:
  • Eficacia elevada. Aproximadamente el 60% de los pacientes presenta una remisión completa de la clínica con el tratamiento farmacológico.
  • Administración cómoda, habitualmente una vez al día.
  • Escasas interacciones, es decir, se pueden recetar en combinación con prácticamente cualquier otro fármaco, como los antihipertensivos, los antidiabéticos, los analgésicos o los antibióticos.
  • No producen dependencia.
  • Efectos secundarios escasos y de poca intensidad.

Los antidepresivos actúan normalizando el funcionamiento de los neurotransmisores. Se agrupan en diferentes subtipos en función de sobre qué neurotransmisor ejercen su acción: serotonina, serotonina y noradrenalina, noradrenalina.
  • Actúan principalmente sobre la serotonina (inhibidores selesctivos de la recaptación de serotonina) los fármacos sigüientes: fluvoxamina, fluoxetina, paroxetina, sertralina, citalopram, escitalopram, clomipramina y mirtazapina.
  • Los siguientes fármacos actúan principalmente sobre la noradrenalina y la serotonina: imipramina, nortriptilina, venlafaxina y duloxetina.
  • Y por último la reboxetina actúa principalmente sobre la noradrenalina.
En la actualidad disponemos de muchos antidepresivos con escasos efectos secundarios. También es importante destacar que todos los efectos secundarios que puede producir un antidepresivo son reversibles, es decir, independientemente de cuánto tiempo se haya tomado, tras dejar de tomarlo desaparece el efecto secundario, sin dejar nunca secuela.
Debemos destacar, por ser dos ideas erróneas ampliamente extendidas en la sociedad, que:
  • Los antidepresivos sólo producen somnolencia en un 5% de los casos. Las pocas veces que producen sueño, lo hacen de forma leve, sin impedir el funcionamiento normal del paciente.
Los antidepresivos habitualmente no engordan. Sólo se observa aumento de peso en el 10% de los pacientes (y el aumento de peso raramente alcanza los 4 o 5 kilos).

Probablemente el inconveniente más importante de los fármacos antidepresivos actuales es que tardan varias semanas en hacer efecto. Normalmente no se observa la mejoría clínica hasta la tercera o cuarta semana de tratamiento, y alcanzan su máxima eficacia a las 10-12 semanas.


Tratamiento electroconvulsivo
El tratamiento electroconvulsivo (o electroshock) es el tratamiento más eficaz en la depresión mayor muy grave. No obstante, algunos aspectos como su uso indiscriminado e inadecuado en el pasado o la utilización caricaturizada en películas con el objetivo de impactar, han motivado un rechazo social a este tratamiento.
En la actualidad, su aplicación se realiza en condiciones sanitarias adecuadas, sin implicar ningún tipo de dolor ni efecto secundario grave para el paciente. Si bien se han propuesto muchas explicaciones para entender el porqué de su eficacia, hasta el momento no ha podido demostrarse el mecanismo por el cual tiene un efecto antidepresivo tan potente.
Dado que el tratamiento electroconvulsivo se realiza con anestesia general, su uso se limita a casos muy graves de depresión mayor en los que el paciente no ha respondido previamente al tratamiento farmacológico.


Complicaciones
Tres son las complicaciones más frecuentes de la depresión: la cronificación de los síntomas, las recaídas y el suicidio.

Cronificación de los síntomas
La cronificación de un trastorno depresivo es frecuente. Aproximadamente el 15% de los pacientes que sufren depresiones presenta un curso crónico.
Tienen más tendencia a la cronicidad cuando se dan una o dos de las siguientes circunstancias:
  • Hay factores estresantes crónicos (problemas de salud, problemas económicos, problemas familiares, etc.).
  • El paciente tiene rasgos de personalidad que dificultan el hecho de enfrentarse con tranquilidad al día a día.
  • Por el contrario, las depresiones que empezaron espontáneamente, es decir, sin ninguna causa aparente, son las que con menor frecuencia se cronifican.

Recaidas
Los trastornos depresivos (en especial la depresión mayor y el trastorno distímico) son enfermedades con tendencia a la recaída.
Se considera que aproximadamente el 70% de los pacientes que sufren un episodio depresivo presentarán algún otro episodio depresivo a lo largo de la vida.
Un 50% presentará un segundo episodio ya en los dos primeros años tras la recuperación.
A mayor número de episodios depresivos padecidos, mayor es la posibilidad de una nueva recaída.
Esta elevada tendencia a la recaída es la que justifica que el tratamiento de la depresión se prolongue durante mucho tiempo: finalizado el episodio depresivo es necesario continuar el tratamiento a medio o a largo plazo si queremos evitar futuras recaídas.
Cuanto más tiempo esté un paciente sin síntomas más probable es que no haya recaídas rápidas tras suspender el tratamiento.

Suicidio
Los suicidios, y especialmente los intentos de suicidio, son una complicación frecuente en la depresión. Algunos datos relevantes al respecto serían estos:
  • Las personas con depresión presentan un riesgo de suicidio 30 veces superior a la población general.
  • Aproximadamente un 15% de los pacientes que padecen una depresión realizan algún intento de suicidio.
Si bien no siempre es posible prever el suicidio, tienen mayor riesgo suicida:
Las personas mayores de 60 años, los varones, las personas no creyentes, las personas viudas, las personas paradas, las personas jubiladas, las personas toxicómanas, las que padecen otras enfermedades, las sometidas a estrés y si padecen aislamiento social.
La presencia de ansiedad intensa y/o la existencia de sentimientos de culpa y/o de desesperanza deben ser considerados como síntomas que aumentan de forma importante el riesgo de suicidio.

Autor: Forum Clínic




martes, 5 de febrero de 2019

SOMATIZACIONES

​Somatización: ¿qué es y qué síntomas produce?

El cuerpo y la mente están más conectados de lo que mucha gente cree. 

 

 

Históricamente, muchas teorías psicológicas tratan el cuerpo y la mente como si fuesen dos entidades distintas que sólo se asocian en algunos aspectos para permitir la existencia de seres humanos conscientes de sí mismos y totalmente funcionales. Curiosamente, desde estos enfoques el cuerpo "material" de las personas sólo tiene poder sobre la mente en el aspecto de que lo retiene en un lugar concreto y, por lo demás, es la mente la que propone objetivos, controla los movimientos del cuerpo y, de vez en cuando, busca maneras para trascender su "cárcel de carne".
 
Hoy en día tanto la psicología como por supuesto la psiquiatría tienden cada vez más a obviar la existencia de una "mente" independiente del cuerpo material, pero curiosamente, y a pesar de los avances científicos y técnicos de las últimas décadas, hay ciertos desórdenes mentales que parecen reivindicar la existencia de un aspecto psicológico incorpóreo, a pesar de que sepamos que eso es imposible. Un ejemplo de esto nos lo ofrece un fenómeno llamado somatización.

Entendiendo el concepto de somatización

La somatización es un conjunto de síntomas físicos que producen malestar y que no pueden ser explicados médicamente a partir de una revisión del cuerpo. Es decir, que allí donde hay una somatización hay problemas relacionados con el dolor y el malestar a los que no se les puede encontrar una causa a partir de un examen médico. 
Debido a las dificultades para encontrar el origen del problema, la atención del diagnóstico y los tratamientos suele recaer en el Sistema Nervioso Somático, es decir, la parte del sistema nervioso que lleva información sensorial y sirve como canal para los impulsos eléctricos que activan la musculatura.

¿Cuál es la causa de las somatizaciones?

Las somatizaciones conforman muchas veces una especie de "cajón de sastre" de los criterios diagnósticos, ya que muchas veces sirven para crear categorías en las que se incluyen ciertos problemas que no se sabe muy bien por qué están producidas. Esto no debería sorprender, dado que el abanico de síntomas bajo los que puede aparecer un desorden que encaje con la definición de "somatización" es muy amplio, y situar el origen de una dolencia en el funcionamiento del sistema nervioso siempre causa más problemas que localizarlo en partes muy concretas del cuerpo, como ciertas áreas de tejido celular u órganos.
Además, los manuales con criterios para diagnosticar casos de somatizaciones casi siempre incluyen la condición de que estos síntomas no puedan ser explicados satisfactoriamente por otro trastorno o enfermedad.

Las somatizaciones son, por lo tanto, difíciles de explicar si se quiere aislar en un laboratorio la causa de todas las complicaciones físicas y psicológicas que produce, pero hace tiempo que se empezaron a estudiar y a documentar. Por eso resulta normal que durante un tiempo se las asociara con lo que en el psicoanálisis se conocía como histeria, y que incluso hoy se crea en ciertos círculos académicos que las somatizaciones son la consecuencia de ciertos problemas psicológicos que luchan por salir del Inconsciente.

¿Qué personas suelen desarrollarlas?

Por estadística, las mujeres tienen algo más de probabilidades de somatizar que los hombres, y normalmente esto ocurre por primera vez durante la juventud, antes de los 30 años. Además, se han encontrado correlaciones entre el hecho de llevar una vida ligada a estresores severos, lo cual explica que la población más empobrecida y con menos estudios sea especialmente susceptible a experimentar casos de somatización.

Este último dato puede servir para sugerir que las somatizaciones tienen un componente situacional, y que por lo tanto para estudiarlas hay que entender no sólo al individuo, sino también a su relación con el entorno.

¿Cómo se suelen expresar?

Las somatizaciones más comunes están relacionadas con los problemas sexuales (como el dolor durante la penetración o la disfunción eréctil), los dolores continuados de cabeza y los dolores en las articulaciones. Sin embargo, como ya hemos visto, hay muchos síntomas que pueden encajar en lo que conocemos como somatización.

¿Y cómo se trata un caso de somatización?

Todo lo relacionado con el sistema nervioso debe ser tratado desde un enfoque que cubra tanto los aspectos psicológicos y comportamentales de la persona como los fenómenos físicos abordables directamente en el cuerpo del paciente. Por eso merece la pena monitorizar médicamente la evolución de la somatización a la vez que se proporciona Terapia Cognitivo-Conductual.




 Que el cuerpo habla o intenta hablar resulta cada vez más evidente. Es necesario desarrollar técnicas que permitan traducir a nuestro lenguaje médico-social lo que nos dice a través de los órganos, las funciones y las vísceras.

PENSAMIENTOS IRRACIONALES

Uno de los deseos más frecuentes que me plantean las personas en terapia, cuando lo están pasando mal es: “Si pudiera dejar la mente en blanco, y no pensar más…” Pero el problema, no es tanto el “pensar”, si no, el “pensar mal”. Es importante conocer cuáles son nuestros pensamientos irracionales o distorsionados.

Un pensamiento irracional se caracteriza por: no basarse en hechos sino en interpretaciones que nosotros hacemos de la realidad; desencadena toda una serie de emociones negativas y desagradables, llevándonos a comportarnos de forma poco adecuada y útil; además, la manera en que nos expresamos al hablar,  tanto con los demás como con nosotros, es rígida, absolutista y catastrofista. (¡Y con nosotros mismos estamos todo el día!).

El procedimiento para empezar a pensar de forma más racional o positiva sería: En primer lugar darnos cuenta de que no todo lo que pasa por nuestra cabeza son pensamientos válidos, y que podemos estar distorsionando las situaciones que vivimos, Y en segundo lugar, sustituir esos pensamientos negativos, “darles vuelta”, por otros racionales, (pero que yo me crea, no vale contarse una “película color de rosa”, que al final no me convence).

Para conseguir “dar vuelta” a esos pensamientos irracionales debemos debatirlos a través de una serie de preguntas, que pueden agruparse en los siguientes criterios:
  1. Criterio de realidad: “¿Soy objetivo/a al afirmar eso?, ¿me baso en hechos o hago suposiciones?”.
  1. Criterio de intensidad: “¿Cómo me siento al pensar de esa manera?, ¿desencadenan mis pensamientos emociones negativas, desagradables, excesivas…?”.
  1. Criterio de utilidad: “¿Es útil lo que pienso?, ¿me conduce a algo práctico, a conseguir cosas productivas para mi vida?”.
  1. Criterio formal: “¿Se expresan mis pensamientos en términos rígidos, inflexibles, absolutistas… (todo, nada, siempre, nunca, es terrible, yo debería, no puedo soportarlo…)?”.



A continuación os describo los 15 tipos de pensamientos distorsionados más frecuentes y que “a todos se nos pueden pasar por la cabeza en un momento dado”, el objetivo final no es que “nunca más tenga un pensamiento irracional”, si no, “saber identificarlos, no alimentarlos y  no quedarnos enganchados en ellos”:
  1. FILTRAJE: Se toman los detalles negativos y se magnifican mientras que no se filtran todos los aspectos positivos de la situación.
  1. PENSAMIENTO POLARIZADO: Las cosas son blancas o negras, buenas o malas. La persona ha de ser perfecta o es una fracasada. No existe término medio.
  1. SOBREGENERALIZACIÓN: Se extrae una conclusión general de un simple incidente o parte de la evidencia. Si ocurre algo malo en una ocasión esperará que ocurra una y otra vez.
  1. INTERPRETACIÓN DEL PENSAMIENTO: Sin mediar palabra, la persona sabe que sienten los demás y por qué se comportan de la forma en que lo hacen. En concreto, es capaz de adivinar que sienten los demás respecto a ella.
  1. VISIÓN CATASTRÓFICA: Se espera el desastre. La persona se entera o escucha un problema y empieza a decirse “Y si”: “¿Y si estalla la tragedia”?, “¿Y si me sucede a mi?”.
  1. PERSONALIZACIÓN: La persona que los sufre cree que todo lo que la gente hace o dice es alguna forma de reacción hacia ella. También se compara con los demás, intentando determinar quién es más elegante, tiene mejor aspecto, etc.
  1. FALACIAS DE CONTROL: Si se siente externamente controlado, se ve a si mismo desamparado, como una víctima del destino. La falacia de control interno convierte a la persona en responsable del sufrimiento o de la felicidad de aquellos que le rodean.
  1. FALACIA DE JUSTICIA: La persona está resentida porque piensa que conoce que es la justicia, pero los demás no están de acuerdo con ella.
  1. CULPABILIDAD: La persona mantiene que los demás son los responsables de su sufrimiento, o toma el punto de vista opuesto y se culpa a si misma de todos los problemas ajenos.
  1. DEBERÍA: La persona posee una lista de normas rígidas sobre cómo deberían actuar tanto ella como los demás. Las personas que transgreden estas normas le enojan y también se siente culpable si las viola ella misma.
  1. RAZONAMIENTO EMOCIONAL: Cree que lo que siente tendría que ser verdadero automáticamente. Si siente como estúpida y aburrida una cosa, debe ser estúpida y aburrida.
  1. LA FALACIA DEL CAMBIO: Una persona espera que los demás cambiarán para seguirle si los influye o camela lo suficiente. Necesita cambiar a la gente porque sus esperanzas de felicidad parecen depender enteramente de ello.
  1. LAS ETIQUETAS GLOBALES: Se generalizan una o dos cualidades de un juicio negativo global.
  1. TENER RAZÓN: Continuamente está en un proceso para probar que sus opiniones y actitudes son correctas. Es imposible equivocarse y se hará cualquier cosa para demostrar que se tiene razón.
  1. LA FALACIA DE LA RECOMPENSA DIVINA: Espera cobrar algún día todo el sacrificio y abnegación, como si hubiera alguien que llevara las cuentas. Se resiente cuando se comprueba que la recompensa no llega.