miércoles, 27 de marzo de 2019

Autoestima en niños.

Autoestima en niños.


Fundamentalmente, podemos decir que la autoestima infantil se empieza a conformar en base a las relaciones que establece con las personas de su entorno cercano: padres, hermanos (si los tiene), maestros y compañeros de juego.
La autoestima se expresa a través de las emociones y sentimientos que el niño muestra y depende en buena medida de su auto-imagen y de su percepción de autoeficacia. Si el niño se percibe confiado en sus propias habilidades y capacidades, lo más natural es que desarrolle una autoestima alta. En caso contrario, si el niño no confía en su potencial y tiene una mala percepción de sus capacidades y habilidades, irá consolidando ciertas ideas y sentimientos negativos hacia sí mismo, conduciendo a una autoestima baja.Como padres, tenemos la gran responsabilidad de fomentar una buena autoestima en nuestros hijos.

El papel de los padres en el bienestar emocional del niño

En muchas ocasiones, la baja autoestima infantil está muy relacionada con los malos hábitos y las dinámicas relaciones disfuncionales que aprendimos de nuestros progenitores. Si no damos importancia a estos aspectos en la crianza de los niños, corremos el riesgo de que crezcan y vayan consolidando algunos sentimientos negativos y una mala percepción sobre sí mismo.

10 estrategias y técnicas para aumentar la autoestima de tu hijo

1. Ser un modelo a seguir 

Es una de las estrategias más efectivas: si eres un modelo positivo para tu hijo, él aprenderá de tu manera de ser y de hacer. Los niños aprenden imitando a los adultos. Por tanto, no es efectivo que les ordenemos tener ciertos hábitos y costumbres si luego nosotros, como padres, somos los primeros en actuar de la forma contraria.
Si el niño observa que eres una persona que no se valora a sí misma, que se está quejando todo el día y que rehúye sus tareas y responsabilidades, lo más natural es que acabe adoptando este modelo negativo y se acabe pareciendo a ti. Por este motivo es necesario que cuidemos de nuestra propia autoestima, además de nuestros hábitos y valores.

Es importante que como padres logremos establecer límites y normas claras para que nuestros hijos se desarrollen correctamente. Estos límites no solo le hacen saber que hay cosas que no deben hacerse, sino que les transmiten un marco de interacciones en que se pueden sentir cómodos y seguros, y por tanto sentar las bases de una buena autoestima.

2. Poner límites y normas

Es importante que como padres logremos establecer límites y normas claras para que nuestros hijos se desarrollen correctamente. Estos límites no solo le hacen saber que hay cosas que no deben hacerse, sino que les transmiten un marco de interacciones en que se pueden sentir cómodos y seguros, y por tanto sentar las bases de una buena autoestima.
Evidentemente, estos límites han de ser coherentes y razonables.

3. Censurar el error, no la persona

Hay distintas maneras de corregir a nuestro hijo cuando comete un error: podemos regañarle y criticarle personalmente o podemos enfocar nuestra observación en la conducta inapropiada.
Es esencial que como padres entendamos que hay que evitar hacer sentir al niño excesivamente culpable del error que ha cometido, porque podría darse el caso de que asocie el error cometido con su propia personalidad. Por tanto, no debemos usar frases del estilo “no sirves para nada”Céntrate en la conducta y no emitas juicios de valor sobre el niño.

4. Valorar el esfuerzo, no el resultado

Cuando iniciamos un camino, no debemos reducir todo al resultado final sino al reto que ha supuesto recorrerlo y en el desarrollo personal y la experiencia que hemos adquirido intentando lograr nuestros objetivos.
Hemos de ser conscientes de que el esfuerzo que hemos invertido en esa actividad que tanto nos motiva es mucho más importante que el hecho de si hemos podido llegar a los objetivos que nos habíamos propuesto, o no. Por esta razón es fundamental que valoremos el esfuerzo de los niños, incluso en el caso de que por alguna circunstancia no haya podido realizarla con éxito. De este modo podremos hacerle notar que si se esfuerza en las cosas podrá ir avanzando adecuadamente, y que los obstáculos que se vaya encontrando solo serán temporales.

5. Detectar y corregir sus creencias limitantes

El pensamiento racional de los niños pasa por distintas fases de maduración, y esto implica que no siempre sigan una coherencia lógica. En ocasiones, pueden estar nutriendo ciertos pensamientos irracionales y erróneos sobre ellos mismos, cosa que puede afectar negativamente a su autoestima.
Si identificas alguna de estas creencias limitantes o equivocadas, es importante que hagas lo posible para corregirla, a fin de que no se consolide en su mente. Por ejemplo, debemos evitar que tengan manías sobre su aspecto físico o que duden sobre sus capacidades intelectuales. Debemos enseñarles a quererse a sí mismos tal como son. Debemos ayudar a nuestros hijos a mirarse a sí mismos con objetividad, para que puedan conformar un autoconcepto realista y positivo.


6. Demostrar amor incondicional hacia tu hijo

Muchos padres cometen un error en común: incentivan que los hijos tengan que “ganarse su amor” portándose bien o cumpliendo con ciertos logros académicos o de cualquier otro tipo. Si les hacemos ver que nuestro afecto no es incondicional, el niño basará su autoestima en la aprobación de los demás y estaremos fomentando que tenga una personalidad retraída.
Para evitar esto, los padres debemos ofrecer nuestro amor incondicional hacia ellos. Esto no quiere decir que debamos tolerar las conductas negativas, pero sí que tenemos que hacer notar nuestra comprensión y afecto a pesar de que el niño pueda cometer errores y tener algunas limitaciones. En los malos momentos, por ejemplo cuando ha cometido un error que lo ha hecho sentir mal, es cuando un hijo más necesita saber que le apoyamos y que nos sentimos muy orgullosos de él.

7. Incentivar que el niño asuma ciertos riesgos

Los padres sobreprotectores crían niños con una baja autoestima. Si no dejamos que nuestro hijo pueda poner a prueba sus habilidades y capacidades, no logrará saber cuáles son sus límites y por tanto no podrá mejorar sus aptitudes, con lo cual estaremos fomentando que sea un niño inseguro y miedoso.
Por consiguiente, conviene que ya desde edades tempranas estimulemos a nuestros hijos a enfrentarse a ciertos retos, incluso cuando pueda suponer un riesgo, eso sí, controlado. Esto les permitirá ir mejorando en sus habilidades y ampliar su mundo. Es importante recalcar que la identidad del niño se va construyendo a través de cada nueva experiencia, por tanto no es adecuado limitar su campo de acción.

8. Dejar que el pequeño cometa errores

Cada error es un nuevo aprendizaje. No debemos caer en la tendencia de dirigir excesivamente la vida del niño, porque estaremos limitando sus posibilidades de aprender y salir reforzado tanto madurativamente como en la confianza hacia sí mismo. Las lecciones de vida que se aprenden en cada experiencia pueden ser importantes para su desarrollo.
Debemos fomentar que los niños, lejos de experimentar frustración, experimenten con nuevos retos y les apoyemos cuando lo requieran para que puedan ir escalando en sus habilidades cognitivas y en su autoconfianza.

9. Evitar exagerar sus logros y aptitudes

Una buena autoestima no es lo mismo que una autoestima inflada artificialmente, sino que tiene su fundamento en un autoconcepto equilibrado y realista. Por tanto, no debemos tratar de halagar al niño todo el rato y exagerar sus aptitudes y logros personales, sino que simplemente hay que dejarle constancia de sus buenos resultados gracias al esfuerzo y al empeño que él ha puesto en la tarea.
De hecho, el querer exagerar las virtudes de los hijos puede llegar a tener el efecto contrario al que desearíamos, puesto que podemos bajar su autoestima. Entonces, si por ejemplo se le da bien jugar a fútbol, podemos hacérselo saber y motivarle, pero no es buena idea meterle en la cabeza que será el próximo Leo Messi, porque puede cargar con una presión excesiva y nada realista.


Una buena idea para ayudar a desarrollar una buena autoestima en tu hijo es
 conseguir que comprenda que él es muy importante para ti. Para eso, debes intentar dedicarle tiempo de calidad.

10. Pasar tiempo de calidad con él

Ya sabemos que la vida adulta está lleno de horarios y obligaciones que no nos permiten estar todo el tiempo que desearíamos junto a nuestros hijos. Si no puedes atenderle en un momento en concreto, es preferible que se lo hagas saber y que en otro momento le dediques tu atención. El niño ha de notar que, aunque no podemos estar con él siempre que quisiéramos, tenemos un gran interés en atender sus necesidades y aportarle todo el cariño posible.

miércoles, 13 de marzo de 2019

EL PERDON

EL PERDON

Cuando nos hacen daño la reacción inmediata y lógica es ir contra quien nos lo hizo; pero esta reacción lógica y natural tiene sus problemas. A corto plazo, tratas de impedir que el daño continúe; pero si la acción sigue por mucho tiempo, te puedes ver reflejado en la siguiente metáfora:

Cuando alguien te hace daño es como si te mordiera una serpiente. Las hay que tienen la boca grande y hacen heridas inmensas. Una vez que te ha dejado de morder, curar una mordedura así puede ser largo y difícil; pero cualquier herida se cierra finalmente. Pero el problema es mucho peor si la serpiente es venenosa y, que aunque se ha ido, te deja un veneno dentro que impide que la herida se cierre. Los venenos más comunes son el de la venganza, el del ojo por ojo y el de buscar justicia y reparación por encima de todo. El veneno puede estar actuando durante muchos años y, por eso, la herida no se cierra, el dolor no cesa durante todo ese tiempo y tu vida pierde alegría, fuerza y energía

Cada vez que piensas en la venganza, o la injusticia que te han hecho, la herida se abre y duele, porque recuerdas el daño que te han hecho y el recuerdo del sufrimiento te lleva a sentirlo de nuevo.
Sacar el veneno de tu cuerpo implica dejar de querer vengarse, en resumen, dejar de hacer conductas destructivas hacia quien te mordió. Como te decía, solamente pensando en la venganza el veneno se pone en marcha. Por eso, si quieres que la herida se cure, has de dejar los pensamientos voluntarios de venganza hacia quien te hizo daño.

Indudablemente tendrás que procurar que la serpiente no te vuelva a morder; pero para eso no tendrás que matarla, basta con evitarla o aprender a defenderte de ella o asegurarte de que lo que ha ocurrido ha sido una acción excepcional que no se volverá a repetir.

El proceso de perdón no implica el abandono de la búsqueda de la justicia ni de dejar de defender tus derechos, solamente se trata de no buscar en ello un desahogo emocional, que implique que la búsqueda de la justicia se convierta en el centro de tus acciones y que dificulte tu avance en otros de tus intereses, objetivos y valores.

Es una forma de presentar que el perdón es terapéutico, resaltando los procesos psicológicos que subyacen y los beneficios personales que tiene ejercerlo. De esta forma, se ven los efectos que tiene perdonar, dejando a un lado las connotaciones religiosas sociales, etc. que tiene la palabra perdón y que pueden hacer difícil entender que puede ser un proceso terapéutico.

Qué es el perdón

Hay consenso en considerar que perdonar consiste en un cambio de conductas destructivas voluntarias dirigidas contra el que ha hecho el daño, por otras constructivas. (McCullough, Worthington, y Rachal, 1997).
Algunos consideran que perdonar no solamente incluye que cesen las conductas dirigidas contra el ofensor, sino que incluye la realización de conductas positivas (Wade y otros, 2008). Como indica la metáfora anterior, es preciso dejar de pensar en las conductas destructivas; pero dejar de pensar en algo voluntaria y conscientemente lo único que consigue es incrementar su frecuencia (Wegner, 1994). En consecuencia, para perdonar, es preciso comprometerse, por el propio interés, con el pensamiento de querer lo mejor para esa persona, aunque sea solamente que recapacite y no vuelva a hacer daño a nadie o deseando que le vaya bien en la vida, etc.

Si el proceso de perdón se hace adecuadamente, se modificarán en consecuencia, los sentimientos hacia el ofensor. Aunque algunos autores consideran que son los sentimientos los que originan las conductas, desde la terapia de aceptación y compromiso se parte de que los pensamientos, sentimientos, sensaciones y emociones no condicionan obligatoriamente la conducta y que lo importante es la modificación de la conducta, que finalmente llevará a un cambio en los pensamientos, sentimientos, sensaciones y emociones. Por eso, perdonar no es contingente con la reducción o cese total de los pensamientos o sentimientos “negativos”; no es un estado afectivo o una condición emocional ni una colección de pensamientos y sentimientos; perdonar es una conducta libremente elegida de compromiso y determinación (Zettle y Gird, 2008).

El perdón no es un acto único que se hace en un momento dado, es un proceso continuo que se puede ir profundizando y completando a lo largo del tiempo. Por eso se dan varios niveles de perdón (Case, 2005) que se pueden considerar como una serie de tareas que van completando e incrementando el proceso hasta llegar al grado más completo de perdón. El primer paso consiste en dejar de hacer conductas destructivas abiertas y explícitas (como cesar de buscar venganza o justicia, quejarse a todo el mundo, etc.) o encubiertas e implícitas (como desear conscientemente mal al agresor, rezar para que le pase algo malo, rumiar el daño que se ha recibido, etc.). El segundo nivel es hacer conductas positivas hacia él.

Completando el perdón, si hay respuestas positivas por el perdonado, se puede llegar a restaurar la confianza en el agresor.

El considerar que hay distintos niveles de perdón, implica que para entender realmente en qué consiste el perdón terapéutico y hasta donde está dispuesto a llegar el paciente, sea necesario explicar con detalle el proceso que se va a seguir para perdonar.

Qué no es el perdón

Debido a que perdón es una palabra muy cargada ideológicamente, proponer los pacientes que realicen un proceso de perdón puede llevar a malos entendidos y por ello es necesario discutir con ellos qué es y qué no es el perdón que se propone. Algunos de los puntos que puede ser necesario aclarar son los siguientes:

El perdón no incluye obligatoriamente la reconciliación. Perdonar o pedir perdón son opciones personales que no necesitan de la colaboración de la otra persona. Sin embargo, la reconciliación es un proceso de dos. Por ejemplo, el perdón no supondrá nunca restaurar la relación con alguien que con mucha probabilidad pueda volver a hacer daño.

El perdón no implica olvidar lo que ha pasado. El olvido es un proceso involuntario que se irá dando, o no, en el tiempo. Solamente implica el cambio de conductas destructivas a positivas hacia el ofensor, tal y como se ha indicado. Hay ideas erróneas asociadas con el perdón como que si se perdona no se debe acordar o sentirse enfadado por lo ocurrido. Recordar algo es un proceso automático que responde a estímulos que se pueden encontrar en cualquier parte y los sentimientos que se tienen no se pueden modificar voluntariamente, las respuestas que damos cuando tenemos  esos sentimientos si pueden llegar a ser voluntarias.

El perdón no supone justificar la ofensa que se ha recibido ni minimizarla. La valoración del hecho será siempre negativa e injustificable, aunque no se busque justicia o se desee venganza.

El perdón del que se trata tampoco supone obligatoriamente levantar la pena al ofensor y que no sufra las consecuencias de sus actos. Para que se dé la reconciliación es preciso que el ofensor realice una restitución del daño que ha causado, si es posible, o cumpla la pena que la sociedad le imponga. El perdón consiste en que el que perdona deja de buscar activamente que se haga justicia y es parco en las consecuencias que busca y, sobre todo, no intenta obtener una descarga emocional junto con la justicia.

Perdonar no es síntoma de debilidad, porque no se trata de dar permiso al otro para que vuelva a hacer daño, sino que se puede perdonar cuidando de que no nos hagan daño de nuevo.

El proceso de perdonar

Cuando perdonar

Si el daño que se ha recibido trasciende el hecho emocional de sentirse injustamente tratado y lo único que se va a conseguir del otro es una compensación emocional, el perdón está plenamente indicado.

 También, cuando la búsqueda de la reparación se ha convertido en el centro de la vida del ofendido o interfiere con el seguimiento de otros valores, el perdón le permitirá poner distancia emocional para tener en cuenta todos los valores que está dejando de atender.

Hay que tener en cuenta que no se trata de ponerse en riesgo de que el daño se pueda volver a repetir.

Primera etapa: análisis y reconocimiento del daño sufrido

El proceso comienza en la fase de análisis de lo ocurrido, incluyendo en ella el reconocimiento del daño que se ha recibido. Es preciso reconocer que se ha recibido un daño que duele, y aceptar ese dolor. Se hace de forma lo más objetiva posible, lo que va a permitir un distanciamiento emocional y los primeros pasos para entender las motivaciones del ofensor; lo que constituye un comienzo para construir una cierta empatía hacia el otro que está en la base del perdón. También han de analizarse con detalle las circunstancias que han influido para llevarle a hacernos daño, porque una atribución externa, inestable y específica del daño contribuye al perdón (Hall y Fincham, 2006) frente a la atribución interna, estable y global que lo dificulta.

Segunda etapa: elegir la opción de perdonar

El perdón para la víctima es una buena opción en cualquier caso. La metáfora del anzuelo que sugiere Steven Hayes, indica de forma clara cómo el no perdonar a alguien nos coloca en una situación permanente de sufrimiento y puede ayudar en este proceso:
Quien nos ha hecho daño nos ha clavado en un anzuelo que nos atraviesa las entrañas haciéndonos sentir un gran dolor. Queremos darle lo que se merece, tenemos ganas de hacerle sentir lo mismo y meterle a él en el mismo anzuelo, en un acto de justicia, que sufra lo mismo que nosotros. Si nos esforzamos en clavarle a él en el anzuelo, lo haremos teniendo muy presente el daño que nos ha hecho y cómo duele estar en el anzuelo donde él nos ha metido. Mientras lo metemos, o lo intentamos, nos quedaremos dentro del anzuelo. Si consiguiéramos meterle en el anzuelo, lo tendríamos entre nosotros y la punta, por lo que para salir nosotros tendremos que sacarle a él antes. 

Si salimos del anzuelo, tendremos cuidado de no estar muy cerca de él porque nos puede volver a meter en el anzuelo y si alguna vez nos juntamos, tiene que ser con la confianza de que no nos va a volver a hacer daño. 

Pero no es la opción de no sufrir lo que justifica una elección, sino una opción basada en los valores de la persona (Hayes y otros, 1999). Hay que tener en cuenta que se trata de valores como los define la terapia de aceptación y compromiso, es decir, como consecuencias deseadas a muy largo plazo, y no solamente como valores morales o éticos. Cuando hemos dejado a un lado esos valores para centrarnos en la venganza y se le hemos dedicado tiempo y recursos, pueden estar afectadas otras áreas de nuestra vida. Es en los valores afectados por la concentración en vengarnos en los que tenemos que encontrar los motivos para elegir perdonar.

Tercera etapa: aceptación del sufrimiento y de la rabia

El perdón no supone que se rechacen y esté mal tener sentimientos de rabia, de ira o deseos de venganza, aunque a algunos pueda parecerles que el perdón lo implica (Wade y otros, 2008). El problema no está en tener esos sentimientos o pensamientos, sino en actuar dejándose llevar por ellos en contra de los valores e intereses más importantes en ese momento (Hayes y otros, 1999).

 La propuesta de la terapia de aceptación y compromiso consiste en abrirse a sentir el sufrimiento, la rabia, la depresión y cualquier pensamiento, sentimiento, sensación o emoción que surja asociado al daño recibido, sin ninguna defensa; mientras nuestra acción sigue el compromiso con los valores que en ese momento sean más relevantes (Hayes y otros, 2004).

Si se ha elegido la opción del perdón, para llevarlo a cabo es preciso aceptar, en el sentido expuesto, los pensamientos, sentimientos, sensaciones y emociones. La aceptación es un proceso que finalmente lleva al cambio; pero hay que tener en cuenta que su objetivo no es la extinción del sufrimiento, sino el compromiso con los valores y el fortalecimiento de la acción comprometida con ellos (véase por ejemplo, García Higuera, 2007).

Cuarta etapa: establecer estrategias para autoprotegerse

El perdón no implica la aceptación incondicional del peligro de que ocurra de nuevo el ataque. En el análisis de lo ocurrido hay que incluir también la consideración de cómo los comportamientos de la víctima que han podido permitir o favorecer la ofensa (Case, 2005). Analizando lo que ha ocurrido, la víctima se puede dar cuenta de cuales eran los indicios que indicaban el peligro, lo que le dará más posibilidades de evitarlo en el futuro.

Quinta etapa: una expresión explícita de perdón

La expresión explícita del perdón es un paso importante aunque algunos pacientes puedan pensar que es solamente simbólico y vacío de contenido. Se pueden articular muchos ritos o maneras hacerlo. Esta acción explícita no es el final del proceso de perdón, sino la oficialización del inicio. Hay que tener en cuenta que es preciso volver a repetir el proceso siempre que sea necesario, ya que el ofendido no está libre de que le aparezcan de nuevo los, pensamientos, emociones, sensaciones y sentimientos asociados a la ofensa. Cada vez que surjan de nuevo los pensamientos, sentimientos, sensaciones y emociones asociados a la ofensa, se tienen que repetir los pasos que sean necesarios.

El proceso de pedir perdón

Pedir perdón es uno de los elementos fundamentales de muchas religiones movimientos espirituales (Zettle y Gird, 2008); por ejemplo, en el cristianismo. Para los cristianos, Cristo vino al mundo a perdonar los pecados de todos los hombres, ya estamos perdonados por Dios y solamente hace falta pedir perdón. La petición de perdón la ha articulado la religión católica en una serie de pasos dentro de la administración clásica del sacramento de la penitencia: examen de conciencia, dolor de corazón, propósito de la enmienda, decir los pecados al confesor y cumplir la penitencia. Siguiendo esta pauta, el proceso de pedir perdón comenzaría en una primera etapa de análisis de lo que ha pasado, de las circunstancias, motivos y emociones que han concurrido en lo el daño que hemos hecho y de los efectos que ha causado; para pedir realmente perdón tiene que haber un arrepentimiento que incluye un dolor por el sufrimiento causado que no puede quedar solamente en palabras, sino que ha de articularse en acciones comprendidas en un plan concreto que permitan que aquello no vuelva a ocurrir y que restituyan el mal realizado.
Profundizando en esta línea y dejando a un lado las connotaciones ideológicas y religiosas del perdón, desde un punto de vista terapéutico la petición de perdón se puede hacer siguiendo los siguientes pasos:

Reconocer que lo que hizo causó daño u ofendió al otro

No es obvio que el que nos ha ofendido sea plenamente consciente del daño que ha hecho y del sufrimiento que está teniendo su víctima (Case, 2005). El proceso de reconocerlo supone un acercamiento profundo al otro, con comprensión y empatía, y un establecimiento de una comunicación que no se basará en disculparse o evitar las consecuencias o el castigo por lo que ha hecho. Esto permite al otro expresar su sufrimiento de forma plena. Este proceso es positivo cuando se hace mientras se va informando al otro de lo ocurrido.

Sentir de verdad el dolor del otro

Para pedir perdón es preciso ser consciente de que se ha hecho un daño importante al otro. Ponerse en su lugar y acercarse a sus sentimientos puede llegar a hacer sentir de verdad el dolor del otro.

Analizar su propia conducta

Para el ofensor, saber cómo y por qué hizo lo que hizo es interesante en sí mismo. Compartir ese conocimiento con la otra persona es un paso necesario para avanzar en el proceso de pedir perdón y llegar a la reconciliación. Hay montones de razones por las que alguien decide hacer algo que causa daño, ninguna será aceptable para la víctima. En consecuencia, no se trata de encontrar excusas a sus actos, sino de establecer una base para poder realizar la siguiente fase: elaborar un plan que impida que vuelva a ocurrir (Case, 2005).
Es preciso reconocer también el papel que han jugado las circunstancias, pero no para quitarse culpas y echárselas a otros.

Definir un plan de acción para que no vuelva a ocurrir

Definir un plan de acción concreto para que nunca vuelva a ocurrir y compartirlo con el otro es el siguiente paso para pedir perdón. El plan puede incluir acciones dirigidas a mejorar las debilidades propias que han propiciado el daño realizado. Todo el plan ha de hacerse indicando los objetivos operativos, el tiempo y los medios que se van a dedicar a conseguirlos. No se trata de establecer solamente buenas intenciones, las acciones han de ser concretas y se han de establecer los tiempos y los recursos necesarios para hacerlas. En resumen, es preciso comprometerse con llevar a cabo el plan.

Pedir perdón explícitamente al otro.

Los pasos anteriores han de se compartidos con el otro y han de comunicársele para que la petición de perdón sea explícita y llegue al otro, mostrando que no son palabras vanas, sino que están articuladas en un plan y en un compromiso de lucha por la relación.
Realizar un acto simbólico en el que se pida perdón al ofendido es importante para que el perdón quede muy claro.

Restituir el daño causado

Siempre que sea posible, es preciso restituir el daño causado. No sería de recibo pedir perdón y quedarse con las ventajas que se han obtenido de la ofensa.

Habilidades Parentales


Habilidades Parentales


¿Por qué es importante?

Los padres y las madres difieren en el grado en el cual responden a las señales de los(as) niños(as) y controlan sus comportamientos. El cuidado de alta calidad, se caracteriza por un enfoque receptivo, cognitivamente estimulante y moderadamente controlado, lo cual es crucial para el desarrollo y la seguridad infantil.
De hecho, muchas de las habilidades que los(as) niños(as) adquieren durante los primeros años dependen fundamentalmente de la calidad de sus interacciones parentales. Por ejemplo, los padres y las madres desempeñan un papel importante en fomentar el aprendizaje infantil temprano  (por ejemplo, el lenguaje y las habilidades de resolución de problemas) y en la configuración de sus habilidades socio-emocionales (por ejemplo, regulación emocional, reactividad al estrés y autoestima). Además, influyen en el desarrollo, el mantenimiento o el cese de los comportamientos positivos y/o negativos de sus hijos(as).

La calidad de la crianza durante los primeros años afecta a tres determinantes clave del éxito posterior en la escuela: su potencial cognitivo, su habilidad social y su funcionamiento conductual. Cabe señalar, que teniendo en cuenta el hecho de que las habilidades parentales pueden ser adquiridas y transmitidas de una generación a otra, los esfuerzos continuos para mejorar la calidad del cuidado son importantes.

¿Qué sabemos?

¿Por qué los padres y las madres se comportan de la manera que lo hacen?

El enfoque de cuidado adoptado por los padres y las madres está influenciado por las interacciones entre factores personales y ambientales. Estos incluyen: a) las características de los(as) niños(as); b) características parentales y; c) el contexto social más amplio en el que vive la familia.

Características parentales y niños(as)

Mientras que la crianza receptiva a la sensibilidad se asocia generalmente con la emotividad positiva infantil, los infantes irritables o agresivos son susceptibles de recibir cuidados menos favorables, ver perjudiciales. Más específicamente, la crianza que es caracterizada por ser una disciplina inconsistente, rígida o explosiva irritable, así como una baja supervisión y participación, se relacionan estrechamente con el desarrollo de problemas de la conducta infantil.

Sin embargo, es importante tener en cuenta que los padres y las madres les afecta diferentemente los comportamientos y el temperamento de su hijo(a). El nivel de restricción/ aceptación y permisividad/ restrictivo está influenciado por la forma en que los padres interpretan y reaccionan ante los comportamientos de su hijo(a), las expectativas sobre la capacidad que tiene y el propio funcionamiento psicológico.

Los padres y las madres que son capaces de comprender las causas de la angustia de su hijo(a) y que confían en sus habilidades parentales tienden a estimular, reconfortar y tener mayor asertividad. Por el contrario, si creen que su hijo(a) tiene más poder en situaciones difíciles que ellos mismos, tienden a usar prácticas parentales menos efectivas tendiendo a la hostilidad o permisibilidad.

Del mismo modo, quienes tienen estas creencias inexactas o una menor comprensión de los hitos del desarrollo tienden a ser menos sensibles a las señales de su hijo(a). Por último, el propio funcionamiento psicológico parental puede influir en el enfoque de cuidado. Por ejemplo, al develarse evidencia emergente que experimentan ansiedad, hay una tendencia a adoptar un estilo de sobreprotección de la crianza. En la medida en que la participación activa parental es fundamental para el desarrollo cognitivo, social y emocional infantil, los comportamientos que enfatizan la sobreprotección pueden promover la evitación y el desarrollo de la ansiedad.

Contexto sociocultural

Las prácticas de crianza también están influenciadas por el contexto sociocultural, así teniendo en cuenta un estilo de crianza democrático (niveles equilibrados de control y permisividad) que es de tipo normativo y que se asocia con resultados positivos para los(as) niños(as) en las familias de clase media blanca, no prevalece la misma asociación positiva en todos los contextos culturales y socioeconómicos. De hecho, un estilo de crianza flexible/permisivo no es necesariamente óptimo para los(as) niños(as) que crecen en vecindarios de alto riesgo, puesto que se pueden beneficiar de un estilo de crianza autoritario (altos niveles de control y bajos niveles de permisividad), ya que tiene el potencial de reducir el riesgo de trayectorias de desarrollo negativo.

¿Qué podemos hacer?

Existe un gran número de programas de apoyo parental para fortalecer sus habilidades y promover el desarrollo de nuevas competencias. Los programas de apoyo parentales tienen un objetivo común: mejorar la vida de los(as) niños(as) y sus padres/madres- y una estrategia compartida- para incidir en los(as) niños(as), es a través de generar cambios en las actitudes, conocimientos y / o comportamiento parentales con una variedad de apoyos sociales y prácticos.

 Estos incluyen el manejo de casos que vincula a las familias con los servicios, educación sobre el desarrollo infantil y las prácticas de crianza, y el apoyo social en las relaciones con el personal de servicio y otros padres/madres.

Junto al creciente reconocimiento de que la crianza es influenciada por una variedad de factores que pueden comprometer su ejercicio, varios programas han extendido su enfoque ofreciendo apoyo para el autocuidado parental (por ejemplo, depresión, planificación del control de la natalidad) la calidad del matrimonio y/o la autosuficiencia económica (por ejemplo, mejorar los recursos educativos, ocupacionales y de vivienda).

Estos programas últimamente tienen como objetivo dar a los padres y a las madres los conocimientos y habilidades que necesitan para llevar a cabo las responsabilidades de crianza de manera efectiva y proporcionar a sus hijos(as) experiencias y oportunidades que promuevan el aprendizaje y el desarrollo infantil.

Hay una serie de intervenciones de apoyo parental que han demostrado mejorar los comportamientos en preescolares, incluyendo los programas parentales positivos de: Ayuda a Niños(as) No Conformes/ desobedientes; Los Años Maravillosos, Terapia de Interacción Parental e hijos(as) y Triple P. Los mismos se basan sobre los resultados de investigaciones anteriores, así los programas de crianza tienden a ser eficaces cuando abarcan múltiples dominios, incluyendo la ecología social infantil y la familia, los comportamientos específicos de destino o transiciones de desarrollo, los que ofrecen apoyo a pares e involucran a los padres y las madres (Por ejemplo, mediante el modelamiento de roles). Asimismo, se necesitan investigaciones continuas para evaluar los resultados de los(as) niños(as) y los resultados parentales en una variedad más amplia de grupos culturales y socioeconómicos, como también, es necesario realizar más investigaciones sobre el papel específico de las cogniciones y las actitudes parentales en el desarrollo infantil.

Por último, es esencial que quienes están a cargo de la toma de decisiones lleguen a las familias vulnerables durante los primeros años, ya que estas son las más difíciles de involucrar en los programas de crianza (obstáculos debido al idioma, ubicación y/o horas de disponibilidad). Al facilitar su participación en los programas de crianza, estas familias tendrán la oportunidad de cambiar algunas de sus conductas y creencias parentales, lo que en última instancia puede proteger a los(as) niños(as) que corren el riesgo de tener malos resultados de desarrollo debido a la vulnerabilidad genética, bajo peso al nacer, bajo estatus socioeconómico, o riesgos ambientales acumulados, entre otros factores.



martes, 12 de marzo de 2019

EL ALCOHOL EN LOS JOVENES



CHARLA EL PERDON






EL PERDON

¿Qué es el perdón?

Dacher Keltner, psicólogo social y profesor de la Universidad de Berkeley, menciona que hay cuatro componentes que nos ayudan a definir y medir científicamente el perdón. El primero es la aceptación de que ha ocurrido la transgresión o daño que alguien nos ha hecho. El segundo, es la disminución del deseo o urgencia de buscar venganza o compensación. El tercero (y sobre todo cuando se trata de conflictos menores o con personas cercanas y que se pueda retomar la relación), es el deseo de acercamiento, disminución en el distanciamiento o evasión de la otra persona. 

Finalmente, el cuarto componente implica un cambio en los sentimientos negativos hacia la otra persona, como por ejemplo el aumento de la compasión y entendimiento de su propio sufrimiento, dolor, ignorancia o confusión que lo haya llevado a herirnos.

Contrario a lo que suele pensarse, el perdón también nos permite establecer los límites que sean necesarios para protegernos de volver a experimentar daño por parte de otras personas. 

 Jack Kornfield, psicólogo y maestro budista, define el perdón como la resolución de no permitir que la transgresión vuelva a suceder, de protegerse a sí mismo y a otros. Perdonar no significa hablar con o relacionarse con la persona que lo traicionó necesariamente. 

No se trata del otro, ni tampoco de un deber. Es una forma de acabar con el propio sufrimiento.

El perdón puede exigir justicia y decir “No más”. Menciona a su vez que no es sentimental ni es rápido. Para él, perdonar es un proceso profundo del corazón que puede llevar un largo tiempo y puede ser difícil, tanto cuando se trata de perdonar a otros como a nosotros mismos. Pero es un proceso que nos libera y nos permite amar.

A su vez, el perdón también involucra el duelo por la pérdida de las cosas que no funcionaron como queríamos y de dejar de esperar un mejor pasado, porque ya pasó, ya está hecho y no se puede cambiar. 

Ese duelo y dolor tienen un gran valor, porque como Kornfield dice “algunas veces las cosas que nos hacen vulnerables son aquellas que dan apertura a nuestro corazón y nos llevan de regreso a lo que más importa, al amor y a la vida”.