No es este un libro
apologético. No pretende que la explosión inicial que dio origen al
universo constituya una nueva prueba de la existencia del Creador. ç
Es
verdad que las ciencias físicas y astronómicas, que pretendieron dejar
de lado la hipótesis-Dios, usan ahora expresiones mucho más próximas a
las de los creyentes y, en sus extrapolaciones, llegan a hablar de un
principio antrópico que ligaría el inicial con la
existencia del hombre.
Pero, al decir que ello no constituye una prueba
de la existencia de Dios, no se niega que pueda darnos una imagen
increíblemente más próxima, más nítida, más rica de sentido, de ese Dios
en el que creemos los cristianos, hasta el punto de obligarnos a
hacernos la pregunta que sólo ahora adquiere pleno sentido: ¿por qué
tuvo Dios que comenzar el mundo hace quince mil millones de años para,
al cabo de ellos, poder decir al pequeñísimo ser humano las palabras del
Apocalipsis:
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