Las buenas personas escondemos cicatrices en nuestra alma
Las buenas personas llevamos polvos de estrellas en los
bolsillos para hacer lo imposible por los demás, para dar alegrías y felicidad pero a veces, darlo todo a cambio de nada duele, y son muchas las
cicatrices que nos esforzamos por esconder…
Estamos seguros de que esta sensación te es conocida. Hay
personas que no saben muy bien dónde está el límite entre uno mismo y los
demás, y lejos de establecerlo, no diferencian entre lo mío y lo tuyo. O aún
más, la única forma en que entienden la vida, es haciendo felices al
resto.
Hay cicatrices que uno se esfuerza por esconder, porque
recordarlas duelen y hasta humillan, porque nos devuelven a ese momento en que
lo dimos todo por alguien, y sólo recibimos vacíos o el pinchazo de la
traición.
Las buenas personas no son débiles ni ingenuas, las
buenas personas sólo entienden el lenguaje del respeto y el cariño que sabe de
humildad y altruismo. Quizá por ello, nunca termina de encajar en un
mundo satinado a veces de egoísmos y fugacidad, de emociones que no perduran y
promesas que se rompen de un día para otro.
El mundo no es siempre como nosotros desearíamos, ni como lo
sentimos desde nuestro corazón. Hay disonancias, y sentimientos desafinados.
Por ello, hemos de habituarnos también al caos, y sobre todo, a aprender
a decir basta cuando es necesario: cuando se vulnera nuestra autoestima .
Las buenas personas esconden batallas que otros no ven
Las buenas personas son mucho más de lo que muestran.
Esconden batallas que sólo ellos conocen, silencian palabras y
amarguras selladas con amables sonrisas porque no desean aparentar debilidad,
o dirigir sobre otros sus lamentos. Son humildes y
cargan sus propios pesos sin rencor.
Las buenas personas escuchan sin juzgar, hablan sin ofender
y observan sin despreciar. Tres valores sencillos que esperan que también los
demás cumplan, aunque no siempre es así.
Es posible que a más de uno le sorprenda también el
término “buenas personas”... ¿Es que no lo somos todos? ¿Es que
hay alguien que desee hacer el mal o guste de compartarse de manera dañina?
Está claro que no, ahora bien, en este caso, a la hora de definir esa bondad
que no sabe poner límites, y que en ocasiones, acaba siendo herida, presenta
por lo general estos rasgos:
- Hay
personas que entienden su felicidad dándolo todo por los demás.
Atienden y se preocupan de un modo muy profundo por todo aquel que forme
parte de su círculo social, y más allá de él. Son muy sensibles también
“al dolor del mundo”, a las desigualdades, al sufrimiento ajeno.
- Esta
sensibilidad hace que en ocasiones lleven a cabo acciones que otros no
entienden: hacer favores a personas que apenas conocen, o llevar su
altruismo a situaciones poco usuales.
- Las
buenas personas rara vez dicen “no” a algo, y no es porque no tengan carácter
o no sean asertivos. Es porque, desde el fondo de su corazón, no dudan en
invertir tiempo y esfuerzos en las personas que se lo piden.
- Para
las buenas personas no hay mayor felicidad que dar alegrías a los demás,
que ver sonrisas y sentirse útil, ver que que lo hacen es significativo y
enriquecedor.
El principal problema de todo ello, es que son
capaces de darlo todo hasta quedar vacíos de fuerzas, alientos y energías. Y lo hacen
tan a menudo, que el resto del mundo da por sentado que no necesitan nada, que
siempre están dispuestos y que detrás de sus sonrisas, hay más sonrisas… No
obstante, no siempre es así.
Porque tras sus rostros despiertos y amables, hay
cicatrices. Vacíos de quienes a veces, abusaron de su bondad por egoísmo,
de quienes vieron solo los favores, el amor que no pedía nada, y el cariño
incombustible… pero no a la persona que había detrás.
El
don de las buenas personas está en los pequeños detalles
Las buenas personas también pueden decir basta
Las buenas personas pueden y deben saber decir “basta” en el
momento adecuado, porque en ocasiones, los demás, juegan a deshilacharlas
día a día hasta dejarlas desnudas de autoestima, de valores e
integridad. No lo permitas, no te dejes llevar hasta el borde del abismo.
Ser bueno no significa que puedas utilizarme para tus
propósitos, ni romper mi corazón transparente con tus flechas interesadas. Ser
bueno es darte la oportunidad de crecer conmigo, de ofrecerme reciprocidad de
caminar de la mano senderos de confianza donde nadie es más que nadie.
En realidad, no es nada fácil poner límites o decir basta
cuando llevamos media vida cediendo y dando más de lo que nuestra alma nos
permitía. No obstante, debemos tenerlo claro: no somos de hierro ni
nuestro corazón una roca. Somos de carne y de emociones, ésas que
muchas veces salen dañadas y fragmentadas.
- Si
eres capaz de dar cariño y dedicación por los demás, debes ser capaz
también de advertir quien merece tus esfuerzos y quien no.
- Entiende
que nadie es egoísta por priorizarse un poco cada día, por decir “no” a
quienes no te tienen en cuenta y te hacen sentir alguien que no eres.
Porque quien te manipula con las redes del egoísmo no te
aprecia y ni te respeta.
- Dar
felicidad, atención y alegrías a los demás es el valor más noble que
existe, ése mismo que a ti te define. No permitas que otros te hagan
arrepentirte de lo que eres y lo que sientes. Se trata solo
de poner límites, de cultivar también tu propia felicidad para poder
compartirla con los demás.
La vida es demasiado corta para invertirla en quien no te
merece, en quien te trae pesares y lágrimas. Porque las buenas personas sólo
entienden un lenguaje: el de la alegría y el cariño sincero.
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