miércoles, 11 de marzo de 2020

ARTICULO

Recursos ante la soledad Las relaciones interpersonales nos aportan la seguridad y el bienestar que necesitamos para mantener el equilibrio psicológico 

Por María Guerrero Escusa


“No dudo que un hombre pueda vivir perfectamente solo, pero estoy convencido de que comienza a morir tan pronto como cierra la puerta de su casa detrás de él”. 
José Saramago 


Vivimos en un mundo cada vez más intercomunicado y, sin embargo, por extraño que parezca, siguen existiendo muchas personas que se sienten solas. Con la proliferación de las nuevas tecnologías y el fomento de las relaciones on line puede parecer que se atenúa el fenómeno de la soledad porque conectamos con muchas personas y con tanta frecuencia como queremos, pero realmente los vínculos emocionales que establecemos y que unen a las personas se ven mermados, las miradas se sustituyen por likes, los paseos compartiendo un paisaje por horas delante del ordenador o el móvil encerrados en una habitación. 

La propia forma de relacionarnos, dificulta y en muchos casos impide que creemos lazos emocionales que alimenten y nutran nuestros encuentros y la soledad se presenta, como una sensación de aislamiento o desamparo que invade a la persona más allá de si en realidad está sola o no, porque no es lo mismo estar solo que sentirse solo.

 En esta sociedad del ruido, priman las relaciones esporádicas en detrimento de relaciones comprometidas y la cultura del esfuerzo apenas tiene cabida porque ha sido sustituida por la búsqueda de recompensas inmediatas, la voluntad se ve mermada por la primacía de los sentimientos y las emociones y estamos más centrados en la imagen y en lo que los demás van a pensar de nosotros, que en lo que nosotros podemos hacer por los demás. 

La soledad se ha convertido en la epidemia silenciosa del siglo XXI, podemos estar con mucha gente alrededor y más solos que la una. La soledad emocional “En el núcleo más recóndito de toda soledad hay un profundo y poderoso anhelo de unión con el yo perdido”. Brendan Behan El ser humano es social por naturaleza, lo que implica la necesidad de relacionarse con otras personas. 

Por muy autónomos e independientes que seamos, las relaciones interpersonales nos aportan la seguridad y el bienestar que necesitamos para mantener el equilibrio psicológico, la soledad por tanto, es el reflejo de una red deficiente de relaciones sociales que puede presentarse bien en el nivel social, en el que la persona no se siente integrada dentro de su entorno, con un grupo de personas con las que compartir intereses, alegrías o inquietudes, o bien en el plano emocional, cuando no encuentra un vínculo estrecho con otra persona, ya sea amiga o pareja, que le reporte estímulo, seguridad, confianza y le genere agrado por la vida.

 La soledad emocional es un estado mental que está vinculado a sentimientos de incomprensión, tristeza o inseguridad que, cuando se implanta en una persona, suele llevar aparejados sentimientos de angustia, ansiedad y miedo, de hecho, no contar con apoyos emocionales suele repercutir directamente en la autoestima, que se va deteriorando progresivamente, produciendo un estado de insatisfacción, aislamiento y pérdida de interés por todo lo que le rodea.

Numerosas investigaciones han demostrado que el sentimiento de soledad está vinculado con un debilitamiento en sistema inmunológico, que desempeña un rol esencial en la aparición de enfermedades y en la eficacia de los tratamientos, de tal modo que las personas que cuentan con apoyo social se recuperan más rápidamente de intervenciones quirúrgicas y de diversas patologías, que las que no tienen ese apoyo en las que aumenta de manera significativa la mortalidad ante diferentes enfermedades. 

Algunas ideas para enfrentar la soledad emocional Si la soledad emocional es un estado mental, para enfrentarla es necesario cambiar el chip y darle un significado diferente, al final las cosas son lo que creemos que son y en ocasiones nuestra visión puede diferir y mucho de lo que son en realidad.

 Estar solo puede ser para unos un estado de angustia y desasosiego si los pensamientos que tenemos son del tipo “no le importo a nadie” ; o puede ser una oportunidad y un espacio para redescubrirnos y redefinir nuestros objetivos en la vida, si los pensamientos los dirigimos a profundizar en nuestro interior y preguntarnos por nuestras necesidades, motivaciones y deseos. 

Desde esta segunda opción nos ponemos activos para fijar nuevas metas y realizar acciones que nos ayuden a conseguir nuestros propósitos, mientras que desde la primera, permaneceremos pasivos e instalados en la queja y el victimismo, cerrando nuestras puertas a la vida, por tanto, para afrontar la soledad es necesario que hagamos un cambio de perspectiva para dejar de ver la soledad como algo negativo, porque realmente se trata de un estado neutro que tiene las connotaciones que cada uno le dé, lo que para unas personas estar solas es un castigo para otras es un estado beneficioso que le proporciona satisfacción. 

De cada uno depende tomar una actitud proactiva para cambiar lo que le daña o no le proporciona bienestar. Sólo basta mirarnos dentro y perder el miedo a encontrarnos que nuestros deseos, ilusiones, limitaciones o inhibiciones y tomar la decisión de apostar por nosotros, disfrutar de nuestra compañía, buscar el modo de sentirnos a gusto y ponernos en acción, tomando la iniciativa en las acciones o relaciones que queremos conseguir, esto implica no quedarnos en la espera de que alguien nos llame, ¡llama tú!, porque ese es tu propósito. Cada mañana al despertar, en ese espacio entre el sueño y la vigilia cuando van apareciendo los pensamientos sobre lo que haremos en el día, me gusta preguntarme ¿cómo quiero que sea mi día?, ¿Qué voy a hacer hoy para hacerme el día agradable? Tipos de soledad A lo largo de nuestra vida nos encontraremos con momentos o periodos transitorios de tiempo en los que se impone la soledad, ya sea de forma impuesta por circunstancias como pérdidas o separaciones, que requieren de un espacio de soledad para elaborar el proceso de duelo; ya sea auto impuesta como con

La soledad emocional es un estado mental que está vinculado a sentimientos de incomprensión, tristeza o inseguridad secuencia de estados personales de decepción y vivencias dolorosas en las relaciones personales, que generan miedo y desconfianza hacia los demás y necesitamos hacer un replegamiento sobre nosotros mismos para resituarnos. La soledad en compañía supone que, en algunas personas con dependencia emocional, el miedo es el que toma las decisiones; ese miedo atroz a quedarse solas, hace que vivan una vida a medias y aguanten situaciones a veces insostenibles con un sentimiento de soledad implacable en el fondo de sí mismas. La soledad profunda va con uno allá donde vaya y no se atenúa aun estando en compañía.

 Esa soledad que produce un dolor intenso se alimenta del miedo, que va más allá del miedo a la decepción ocasionada por otros, sino miedo al encuentro consigo mismo, a ser quienes somos a conectar con nuestras emociones auténticas, a encontrar respuestas que no nos sentimos capaces de aceptar, miedo a conocernos, aceptarnos tal como somos y poner en valor lo nuestro. 

Erich Fromm habla del miedo a la libertad, que bien puede ser aplicable al miedo a la responsabilidad de coger las riendas de la propia vida. La cultura de la soledad La cultura también influye en la forma como vivimos la soledad. En oriente, el budismo relaciona soledad con el silencio que facilita el contacto con A FONDO 20 los propios sentimientos, pensamientos y sensaciones, por eso será difícil escuchar a un budista decir que se siente solo por muy solo que esté. Sin embargo, en Occidente, donde lo que prima es dar respuestas permanentemente a los estímulos, estamos orientados hacia fuera, necesitamos del mundo exterior, vivimos en la sociedad del ruido y cuando encontramos el silencio nos sentimos desconcertados, vacíos y buscamos más ruido, más estímulos con los que calmar nuestra ansiedad. Buscamos fuera cuando las respuestas están dentro de nosotros.

 Dice Brendan Behean que en el núcleo más recóndito de toda soledad hay un profundo y poderoso anhelo de unión con nuestro yo perdido. La soledad también puede ser positiva La soledad sólo es dañina cuando genera sufrimiento que, generalmente, es causado por la escasez de conexiones emocionales con los demás, sin embargo, puede tener importantes beneficios para nuestra salud mental cuando se la vivencia como una oportunidad para conectar consigo mismo. ¿Qué haces cuando estás saturado del trabajo, las relaciones o el estrés diario? ¡Dejadme solo!, ¡Necesito espacio para pensar, respirar, estar! ¿Quién no ha sentido esa sensación de agobio y la necesidad de retirarse y estar en silencio? El ruido y estrés del día a día se alivian estando solos para encontrar ese espacio de calma, conectar con nuestro centro y recuperar la serenidad. Estar solos nos recarga las pilas y permite que recuperemos la energía y el equilibrio personal. Si, se puede estar solo sin tener sentimientos negativos. Hazte amigo de ti mismo “La soledad es el hecho más profundo de la condición humana. 

El hombre es el único ser que sabe que está solo”. Octavio Paz Te daré algunas pistas para comenzar a vivir tu soledad como un espacio liberador que enriquecerá tu vida. Lo primero para hacerte amigo de ti mismo es buscar la raíz de tu miedo a la soledad. Quizá se encuentre en experiencias pasadas que vives como negativas y que actualizas en el presente, así que es necesario que afrontes tus miedos y dejes el pasado en el pasado, hoy puedes elegir liberarte de esas ataduras y lanzarte a la vida. Revisa tus ideas y tus pensamientos, no aceptes como verdades inmutables las creencias que sustentan tu miedo, aprende a cuestionarlas y a generar pensamientos alternativos que te permitan sentirte más libre. En realidad, no necesitamos tanto como creemos. 

Mímate, aprovecha la soledad para cuidarte, darte un capricho, hacer lo que te gusta, leer un libro, ver una película, darte un masaje o prepararte un baño de espuma y disfruta con cada experiencia. Escucha tus necesidades y pon en marcha tu energía. Cambia el chip, si dejas de atribuirle a la soledad connotaciones negativas podrás acogerla como un regalo y sacar partido de ella.  Adopta una actitud proactiva en tu vida. 

Deja de lamentarte de tu soledad. Si te has aislado por una pérdida busca el modo de expresar tu dolor, si dejaste de ver a familiares o amigos, llámalos. No te abandones en la pereza y acude a las reuniones que te inviten o promuévelas, siempre son una oportunidad para vivir nuevas experiencias. Cuida tu cuerpo, nuestro físico y nuestra mente se encuentran directamente unidos. Aunque la soledad es un estado cognitivo, podemos influir en esa emoción a través del cuerpo. Por eso el deporte, tanto si es en el gimnasio como al aire libre, te ayudará a segregar endorfinas, una hormona que activa el bienestar y la felicidad. 

De esta forma, no sólo te estás cuidando, sino que estás generando sensaciones beneficiosas para paliar tu soledad. ¿Has pensado en tener una mascota? Hay estudios que ponen de relieve que las personas que tienen un perro se sienten menos solas. Si además lo adoptas, tendrás dos beneficios más: el altruismo y la compañía, dos potentes antídotos contra la soledad. Sé agradecido, la gratitud es una de las fortalezas personales más sanas. Además de elevar tu estado de ánimo y activar tu energía, actúa como protector contra el estrés, la depresión y el sentimiento de soledad. Salir del egocentrismo te ayuda a encontrarte con los demás. Acepta y agradece cada cosa y cada persona que hay en tu vida. A veces estamos tan pendientes de lo que nos falta que no vemos todo lo que tenemos. Recuerdo un joven de 19 años al que atendí en consulta, se sentía solo, hundido, deprimido y le rondaban por la cabeza ideas de acabar con su vida, que terminó consumando sin éxito, afortunadamente.

 Su novia había puesto fin a la relación y no podía soportarlo. Coincidió que me encontré con un amigo que estaba de voluntario en la Fraternidad de Lourdes justo antes de entrar a consulta y se me encendió una bombilla. Le propuse a mi paciente ir a Lourdes en el tren de la Esperanza, cuidando a los enfermos que iban en peregrinación y mira por dónde, le encargaron cuidar a un chico de su misma edad que, debido a un accidente de moto, había perdido sus brazos y sus piernas. 

Cuando regresó venía con el rostro iluminado, se había dado cuenta de lo afortunado que era de poder ir al baño solo, encender la luz con su dedo o servirse un vaso de agua cuando tenía sed. Puede ser de utilidad que cada noche hagas un repaso de lo afortunado que eres y escribas las cosas que han ocurrido en el día por las que estás agradecido, es la mejor manera de estar acompañado de ti mismo.


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