Cuidar a otra persona es una experiencia única que comporta emociones, fuerza psicológica y, en ocasiones, física. El mérito no está en dejarse la piel y desgastarse en el cuidado, desapareciendo en una entrega incondicional y anulando, de paso, la libertad de quien es cuidado. Por el contrario, la riqueza está en la capacidad para desarrollar una mutua relación, dentro del llamado cuidado responsable.
La oportunidad para cuidar de alguien
aparece varias veces a lo largo de la vida. Puede consistir en atender a
un niño/a o adolescente, a una persona enferma, a amigos o familiares
que pasan por momentos vulnerables, a pacientes en medicina,
psicoterapia, enfermería, a usuarios de servicios sociales, etc.
El profesor Agustín Domingo Moratalla en
su libro ““El arte de cuidar”, define en una serie de ideas el
significado del cuidado responsable. Pienso que su visión abre puertas a
una forma de concebir el cuidado como una experiencia inmensamente
enriquecedora.
A continuación expongo mi interpretación de las ideas descritas en este libro:
– Permanecer obsesiva y compulsivamente
encima de quien está a nuestro cargo no es cuidar. Es sobreproteger y
bloquear su evolución. El cuidado paternalista es un negador de la
libertad de la otra persona.
– De acuerdo con el momento y las
posibilidades de la persona cuidada, es más interesante ayudarle a
realizar lo que no puede hacer por sí mismo, ofreciéndole los recursos y
las oportunidades que estén al alcance. Estas oportunidades y recursos
no suelen aparecer por arte de magia. Hay que generarlas, buscarlas y
ofrecerlas.
– Para poder ayudar es necesario que la
otra persona reconozca su vulnerabilidad y su deseo de ser ayudada. Y
cuidar también es ayudar a que reconozca esa vulnerabilidad. Pero esto
va más allá, pues el simple reconocimiento de la vulnerabilidad no es
suficiente para un cuidado responsable. Hace falta una
corresponsabilidad, evitando las actitudes paternalistas y por lo tanto
dependientes, en el sentido enfermizo de la palabra.
– Renunciar al cuidado paternalista está
muy lejos de despreocuparse por el otro. Mientras cuida, la persona
cuidada es la protagonista y la otra se desvela si hace falta, se
entrega y prioriza las necesidades de la otra frente a las propias.
– El cuidado responsable supone una base
sólida para el crecimiento personal. Por esto debería estar incluida en
los modelos educativos, de modo que se convierta en un valor
generalizado y no en un talento de unos pocos.
– Cuidar es acompañar, no indicar o
dirigir. Es respetar el ritmo de cada uno defendiendo a toda costa la
autonomía y las libertades particulares.
– Una ética del cuidado responsable toma
en cuenta a los cuidadores y ha de plantearse un cuidado de quien
cuida. Hacerse cargo de otra persona es muy diferente de visitar a un
enfermo por dos horas. Es una actividad dolorosa, sacrificada y en
ocasiones excesivamente pesada.
– El cuidado responsable debería estar
disponible aunque no se encuentre en un estado crítico. Por ejemplo,
estar presente en la vida de los hijos no debería ser una alternativa
especial para momentos de indisciplina o de problemas escolares y la
atención a las personas queridas podría ser parte de la relación y no un
delicatessen para los tiempos de enfermedad.
– Cuidar implica proteger a otra persona
de una soledad no deseada, del aislamiento, del abandono, de la
depresión. Pero también consiste en atender y promover el valor de la
soledad deseada como camino de autoconocimiento y de maduración
personal.
– La responsabilidad en el cuidado
también supone una posición diferente entre quien cuida y quien es
cuidado. Las dos personas no se confunden ni se disuelven y esto es lo
que hace que funcione la relación. Sobra decir que cuidado responsable
no tiene nada que ver con el abuso de esas diferencias sino con su
carácter funcional.
Así, la vulnerabilidad vuelve a hacer
parte de la condición humana y no algo para esconder bajo máscaras de
omnipotencia. Conocer estas claves puede darnos una base en las
prácticas de cuidado a nivel personal y/o profesional, en las que nos
protegemos, convivimos y nos acompañamos en el camino de la vida,
mientras potenciamos la autonomía y la libertad propias y ajenas.
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