Amarse a uno mismo
es el comienzo de una aventura
que dura toda la vida. Oscar Wilde.
Quiérete, ámate a ti mismo, es un mensaje que muchas veces solemos
oir, que nos dicen nuestros amigos, nuestros padres, nuestra pareja
también,… en los libros de autoayuda, en los mensajes de texto del
facebook, en esas frases bonitas como la que acabo de escribir con
anterioridad, …parece que diciendo esto ya te has de querer, con tan
sólo escuchar estas palabras, es como si todo de repente cambiase y te
quisieras,… ¿es así? seguramente no.
Quizás ayude, en ese momento que te
lo dicen incluso te veas con corage de amarte a ti mismo, sientas esa
fuerza interna que te viene por recordar todas las veces que no lo has
hecho,… pero ¿qué pasa luego? no es suficiente con este mensaje que
aunque conciso y motivador, no suele causar efecto mágicamente. Porque
acompañado de este magnífico imperativo de auto-amor, estaría bien
incluir dos preguntas que nos pueden orientar a la hora de emprender
esta aventura, como cita Oscar Wilde: ¿qué significa quererse a uno mismo? o mejor dicho, ¿qué significa para mí quererme a mí mismo? y ¿cómo me quiero a mi mismo?
Porque es muy fácil y produce muy poco esfuerzo pronunciar estas palabras: ¡tienes que quererte más¡ eso te pasa porque el primero que no te quieres eres tu! muchas
gracias por la obviedad, ¿pero cómo lo hago y qué significa para mí?
muchas personas tienden a asociar amarse a uno mismo, con parecer
egoístas y/o egocéntricos, les parece que priorizarse puede resultar
dañino para el otro, que no serán lo que los otros esperan de ellos
o que provocarán un conflicto !Si
presto atención a mis necesidades, desatiendo las del otro! ¿qué
pensarán de mi? ¿qué imagen voy a dar al otro? pensará que no le
quiero,…. estas son algunos de los interrogantes y frases que se
nos pueden venir a la mente cuando intentamos amarnos a nosotros mismos…
qué paradójico ¿cierto?
Es como si nos moviéramos en el universo del blanco y del negro,
donde no hay grises. Amarte tu pone en riesgo amar al otro, atender tus
necesidades esta en contra de atender a las del otro, priorizar tus
deseos significa ser egoísta y no mirar por el bien de los demás, poner
límites quiere decir no cuidar al otro. Es más probable que la
integración de lo que aparentemente parecen opuestos genere nuevas
alternativas de acción, que seguir viviendo en una cara u otra de la
moneda, donde una y otra vez nos sentimos atrapados teniendo que elegir
ser bueno o ser malo, interiorizando así que no hay más opciones de
respuesta.
Os dejo algunas
recomendaciones a nivel general que creo que pueden servir para
emprender o continuar esta aventura de amarse a uno mismo y saber qué
significa para ti esto. No es mi intención, ni mucho menos, pretender
dar fórmulas mágicas, porque no existen, (existe la magia pero la que
cada uno crea y siente en su interior), y además va a depender de
múltiples factores que lo que yo escriba te pueda ayudar o no, pero
bueno, eso cada uno lo puede reflexionar personalmente.
1. Presta atención a tu diálogo interno contigo mismo
Todos nosotros hablamos con nosotros mismos constantemente. Desde
que salimos del estado de sueño por las mañanas (aunque en los sueños a
niveles inconscientes también es posible que nos envíemos mensajes),
hasta que nos vamos a dormir por la noche. Quizás no nos demos cuenta,
pero eso no significa que cada segundo nos estemos enviando mensajes y
manteniendo una conversación durante todo el día con nosotros mismos. Si
no le prestamos atención a lo que nos decimos, seguramente dejemos
pasar muchas “barbaridades” y frases lapidarias que nos minan nuestro
autoconcepto y autoestima cada segundo del día.
Y puede ocurrir en todas
la áreas de nuestra vida, desde el ámbito familiar, social, laboral,
personal, por ejemplo: ¿deberías haber hecho esto… tendrías que haber
dicho lo otro,… cómo es posible que hayas hecho,…? ¿pero se puede ser
más….? !no me puedo permitir cometer más errores!, esto te pasa por…;
nunca logras lo que te propones,….todo me sale mal,….; etc…. seguro que
aquí a cada lector le vienen frases épicas a su mente, ya que cada uno
creamos nuestro propio circo interno. Pues bien, esto nos hace mucho
daño, y lo peor de todo, es que puede resultar invisible. Mi propuesta es que primero de todo prestemos atención a cómo nos hablamos a nosotros mismos y en qué términos
(por ejemplo: todo, siempre, nunca, debería, tendría,…) son palabras
taxativas que impiden la flexibilidad y la búsqueda de excepciones,
imperativos que no dejan margen a la compasión y al perdón internor. Y en segundo lugar que en la medida que podamos sin prisas, y respetando nuestros tiempos y nuestro momento,
una vez identificadas las frases y palabras, las modifiquemos o
sustituyamos por un lenguaje más comprensivo, y más respetuoso con
nosotros mismos.
2. No seas tu peor juez
Esta recomendación va muy relacionada con la anterior. ¿Eres tu
peor carcelero? ¿eres un juez restaurativo o punitivo? ¿castigador o
comprensivo? No hay peor juez que el cada uno llevamos en nuestro
interior. Por eso, reflexiona, ¿cómo te juzgas a ti mismo? Nuestras
valoraciones también tiene que ver con si pensamos que nos merecemos o
no el castigo. Quizás no nos hemos perdonado por algo y cumplimos una
sentencia eterna. O quizás nos hemos creído (por varias razones) que
somos “malos”, “indignos” y que no merecemos ser tratados con justicia o
respecto. Por eso,… también os invito a reflexionar.
3. Sé coherente con lo piensas – sientes – haces
Básicamente esta invitación consiste en no traicionarse a uno
mismo. No sé si hay peor traición que la que te puedes llegar a
autoinflingir si vas en contra de una emoción o de una creencia, un
pensamiento o un valor importante para ti. Y si lo haces almenos, por
pedir algo, que seas consciente de ello y que lo estás haciendo a
sabiendas que te estás traicionando, aunque poco saludable, pero un
grado más, que hacerlo sin la menor consciencia de las consecuencias que
ello puede conllevar.
4. Identifica tus emociones e intenta aceptarlas
Cómo no, no podía faltar esta recomendación. Las emociones! la gran
perturbación del ser humano! Como no interesa que sepamos gestionarlas
porque así nos enferman, y así alimentamos a las grandes empresas y
farmacéuticas, pues tampoco se ocupan mucho de implantar planes
educativos donde aprender y entrenarnos para que sean nuestras aliadas y
no nuestras enemigas, aunque lo de enemigas lo creamos nosotros mismos
al no saber a veces qué hacer con ellas. Pero bueno,… centrándome en el
tema que me ocupa, esta invitación creo que es nuclear a la hora de
estar en calma y tranquilos con nosotros mismos.
Y también es una
manera, entre otras, de realmente conocernos y saber qué nos gusta,
qué´no, nuestras preferencias, lo que nos produce enfado,… es decir,
ellas nos guían y nos orientan en nuestro conocimiento interior, ir en
contra, es en mi opinión, una tremenda “metedura de pata”. Y sobretodo
un apunte: ninguna emoción es mala o
buena, son positivas o negativas, es decir, que nos producen estados de
ánimo positivos: alegría, amor, o negativos: tristeza, ira,...
pero todas son reacciones de nuestro cuerpo a estímulos internos o
externos, y nos dan información y nos ayudan a crecer, no caigamos en el
error de pensar que el miedo es malo o la ira es mala, y entonces
querer creer que no tenemos miedo o que no es bueno enfadarse, porque
así es cuando más daño nos harán. La cuestión es aceptar los estados de
ánimo negativos como la tristeza, el enfado, la impotencia, la
frustración,…. vivirlo como algo también saludable, no querer cambiarlo.
Mucha gente si se pasa dos días triste ya se asusta y se piensa que
tiene un problema, o si expresas enfado (gestionado y controlado) hay
gente que te etiqueta de agresivo/a o violento/a. Pues señores:
bienvenidos al mundo de las emociones, ellas no se rigen por lo que
nosotros creemos que es correcto o políticamente bien visto, ellas
tienen sus propios ritmos y sus propios tiempos. Hay una frase que dice:
si intentas luchar contra la ola, la ola te envolverá y te ahogarás,
pero si de lo contrario, te sumerges en ella, podrás llegar a la otra
orilla.
5. No hagas las cosas por los demás
Hazlas porque quieras hacerlas, desde la generosidad y la bondad,
porque decides libremente hacer algo por el otro, no para que el otro
vea lo estupendo que eres, o para recibir algo a cambio, o para no
entrar en conflicto, etc. No caigas en tus propias trampas.
6. Identifica la motivación intrínseca que subyace detrás del pensamiento o la acción. (culpa, verguenza, miedo)
Para mí este es un apartado clave. El aspecto relacional del
autoconcepto. Es decir, una parte de la definición de quiénes somos,
también viene por la posición que adoptamas en relación al otro y de
cómo nos presentemos ante los demás, y lo que los demás piensen de
nosotros. En muchas ocasiones, y seguro que nos vienen algunas a la
mente, nos callamos cosas, decimos lo opuesto de lo que pensamos,
decimos que sí cuando en realidad queríamos decir no, no sabemos poner
límites,. etc. ¿Qué ocurre? habría que analizarlo, seguramente cada caso
y cada persona responde a un patrón diferente.
Esta recomendación es
bastante larga y extensa, requiriendo otro artículo para poder
explicarla en profundidad, así que sólo haré una pequeña mención. La
hipótesis de la cual parto es que no nos callamos o decimos que si
porque tenemos baja autoestima y pensamos que la opinión del otro es más
válida, como defienden algunos postulados con el nombre de: personas con estilo comunicacional pasivo.
Yo creo que generalmente el motivo de respuestas no asertivas, viene
focalizado en estas tres emociones: culpa, verguenza y miedo. Y cada una
provoca respuestas y motivaciones diferentes. Por ejemplo: cariño, te
apetece ir este fin de semana a casa de mis padres a comer? y la pareja
responde sí cuando en realidad le hubiese gustado decir: no me apetece
para nada. ¿qué pasa? La opción del miedo: no quieres provocar un
conflicto; la opción de la culpa: no te sientes cómodo/a sabiendo que
vas a tener que sostener el malestar del otro y prefieres no sentirte
culpable; la opción de la verguenza: qué pensará mi pareja de mí si le
digo que no? . En definitiva y para ser concisa: las emociones deciden
por ti, tu no tienes el timón de tu barco. Y esto va a generar
inevitablemente consecuencias negativas para ti y para el otro.
7. Mira más allá de las apariencias.
No te midas sólo por lo que haces sino por lo que eres. Muchas
veces en conversaciones sociales, familiares, escucho la pregunta: ¿de
qué trabajas? y la maravillosa respuesta: yo soy médico, soy mecánico,
soy profesora, soy ingeniera,…. mmmmm eres? o es lo que haces? entiendo
que para muchas personas una parte de su identidad pasa por su
profesión, pero no es todo lo que eres. Sé que es una frase hecha y que
se dice sin pensar, pero igualmente siempre me “rechina”. Parece que nos
etiquetan por lo que hacemos y no es así. Quizás estando en tu casa,
estirado en el sofía mirando al techo en silencio, haces y eres mucho
más tu y estás más conectado contigo mismo que “haciendo tu trabajo”.
Por eso, esta recomendación, y más en la época en la que vivimos con la
problemática del trabajo es que no pongas sólo tu valor en lo haces,
mirá más allá, y que tu autoestima no se vea afectada porque trabajas de
un oficio por el cual no estudiaste o no deseaste estar. Quizás es algo
transitorio, quizás no, pero en todo caso, eres mucho más que eso.
8. Contacta con la parte más espontánea, auténtica y libre que hay dentro de ti.
Quítate las capas de cebolla. Despreocúpate de la imagen que le das
al otro, en definitiva el único que va a vivir contigo toda la vida
hasta que te mueras eres tu mismo/a, lo importante es lo que tu pienses
de ti mismo/a, y así vas a reflejar en los demás tu verdadera imagen.
9. Evita las comparaciones
No sirven de nada. Sólo para descentrar la atención en ti y ponerla
en el otro.Y allí, en el otro, la atención no hace absolutamente nada,
sólo te quita poder a ti, para dárselo al otro. No malgastes energía,
seguramente la necesitarás para otras preocupaciones más importantes en
tu vida.
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