miércoles, 1 de marzo de 2017

DI NO, Y NO TE SIENTAS CULPABLE

¡Dí “no” y no te sientas culpable!

En nuestro día a día, es fácil que nos encontremos con muchas personas a las que les resulta muy complicado decir “no”. Esta dificultad, puede ser dada por compromiso, por falta de seguridad, por tratar de complacer o por la búsqueda de aprobación.
A veces pronunciar un ‘sí’ resulta ser el camino más fácil, cuando en realidad, lo que se piensa y lo que nos conviene es precisamente todo lo contrario.
Cuesta mucho aprender a decir ‘no’, muchas veces incluso a pesar de que la realidad nos manifieste de forma clara que es la mejor opción para nosotros mismos. Para algunas personas es una auténtica lucha interna, se vuelve un objetivo difícil de lograr y en ocasiones mucho más difícil de aceptar.Esta situación puede llegar a hacer sentir culpable a quienes la padecen y a no saber cómo afrontar las complicaciones que se presenten en un futuro, fruto de la decisión negativa.

No saber decir ‘no’ supone entrar en una espiral de la que resulta muy difícil escapar. Cada vez nos comprometemos a hacer más cosas en nuestro día a día: en el trabajo, en casa, en nuestro círculo de amistades, etc., y todo ello nos provoca un alto grado de estrés innecesario y de desgaste innecesario, que muchas veces nos podríamos ahorrar si supiéramos decir un “no” a tiempo.

¿Cómo se gesta el ‘no’ en nuestras vidas?

El ‘no’ aparece en nuestras vidas en una edad muy temprana, aun siendo muy pequeños todavía.Existen dos etapas en las que esta palabra se pronuncia con decisión y determinación;
La primera etapa la encontramos sobre los dos o tres años de edad, cuando el niño empieza a crear su propia voluntad y a hacer valer su autonomía con respecto a la de los padres. Es en esta etapa donde empezamos a resistirnos a realizar algunas actividades, con el claro objetivo de probar nuestra capacidad de decisión.

La segunda etapa se centra en la adolescencia. Alrededor de los 12 años, nuestra resistencia a realizar algunas actividades se amplía más allá del núcleo familiar y afecta a todo el entorno. En esta etapa se asentarán las bases del futuro adulto, por lo que se busca una diferenciación respecto a los padres y a la familia, buscando la propia personalidad.
En la búsqueda de esta personalidad propia, el ‘no’ toma mucha fuerza para conseguir la distinción, llegando a emplearse de forma indiscriminada, como señal de rebeldía o de pasotismo. Es relevante destacar que cuando a esas edades nos relacionamos con amigos u otros adolescentes cercanos, evitamos utilizar tanto el “no” por miedo a ser excluidos del grupo.

¿Miedo al ‘no’?

Existe una terminología para aquellas personas que no acostumbran a decir ‘no’, a éstas se las conoce como personas negafóbicas. A este tipo de personas les resulta prácticamente imposible usar la negación, ya que tienen una gran necesidad de sentirse queridas y aceptadas por los demás, necesitan el agradecimiento y una constante aprobación. Establecen sus relaciones con miedo de perder la simpatía de los otros y a entrar en cualquier tipo de conflicto que pueda hacer tambalear la relación.
A las personas negafóbicas, les resulta muy difícil hacer frente a las presiones de los que les rodean, ya que suelen ser personas muy inseguras de sí mismas. Así pues, la negación ante cualquier petición, se vuelve un gesto que requiere muchísimo esfuerzo, ya que para sentirse queridas por los demás, se sienten en la obligación de hacer favores.


El papel de la asertividad

No se trata de que nos convirtamos en personas egoístas, que no queremos realizar actos por los demás, más bien todo lo contrario. Para cuidar a los demás, debemos de empezar por cuidarnos a nosotros mismos y respetar nuestros derechos. Si alguien nos pide algo y consideramos que, por un motivo lógico y razonable no es nuestra tarea resolverlo, es necesario usar la negación para evitar:
  • Sentir que no nos estamos respetando, al hacer algo que no queremos.
  • Evitar que esa persona recurra a nosotros siempre por lo mismo.
Pero a pesar de no ser personas negafóbicas, a veces resulta muy complicado negarse. Para saber manejar esta dificultad, es muy necesario dotarse de cualidades personales, para logar ser lo máximo asertivo posible.
La asertividad consiste en defender nuestra postura de una manera clara y directa, pero siempre vigilando las formas y sin enfadarnos o caer en provocaciones.
Hay que saber diferencias que cuando decimos ‘no’, no estamos diciendo ‘no’ a la persona, sino a la información o a la petición que ésta nos da. Por lo que, ser asertivo consiste en defender nuestras ideas o conductas, estando seguros de haber tomado la mejor decisión y aunque ésta no se corresponda con lo que la otra persona nos dice que quiere, seamos capaces de defender nuestra posición y mantenernos firmes.
No hay que olvidarse de una forma encubierta de falta de asertividad, que consiste en adaptarnos al pensamiento que comparte la mayoría. No hacernos caso, no resaltar que nuestra opinión es diferente, nos hiere y por otro lado, le negamos al grupo escuchar alternativas que sin duda, sean o no correctas, enriquecerán a los demás miembros.
En el otro lado de la balanza, encontramos a las personas con una alta autoestima y una gran seguridad en sí mismas. Ellas suelen ser las personas que más dominan la asertividad y que, por consiguiente, suelen ser mucho más coherentes consigo mismas.
Este tipo de personas tan seguras de sus posturas y opiniones, suelen generar una sensación de falta de control en las personas inseguras. Esta falta de control acaba por anularles cualquier atisbo de asertividad, al pensar que el otro está en lo cierto. Pero como hemos comentado, no se trata de qué es lo correcto, sino de defender nuestro pensamiento.

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